Siempre se ha dicho que, para
conocer una ciudad, para saber cómo respira, es conveniente visitar sus
mercados. Es, en cierta manera, una forma de tomarle el pulso.
Recientemente estuve en la ciudad de Guanajuato, considerada también la "Capital Cervantina de América". Tenía tantas ganas de visitarla que, como suelo hacer, antes de viajar me interesé por los diferentes lugares y los distintos alicientes que hay por descubrir, visitar y experimentar.
La espectacular escalera de su
centenaria y famosa Universidad, la basílica de la Nuestra Señora de
Guanajuato, el callejón del beso, el imponente teatro Juárez, subir al mirador
del Pípila, conocer la Alhondiga de las Granadillas (este representativo edificio,
ahora convertido en museo y construido durante el virreinato, fue escenario de
los primeros episodios de la guerra de independencia), el mercado Hidalgo,
realizar una “callejonada” con una “estudiantina” (similar a una tuna
universitaria), entrar en el Museo Iconográfico del Quijote (que atesora la mayor
colección de obras de arte del mundo inspirada en figura de Don Quijote de la Mancha), etc.,
etc. son algunas de las muchas
posibilidades que ofrece esta preciosa ciudad.
Como no podría ser de otra forma,
una de mis visitas fue al mercado Hidalgo; el más importante de todos.
Un verdadero regalo para los
sentidos ver el bullicio, la animación y la gran afluencia de personas que se
acercan diariamente debido a la variedad de productos que se ofertan. Textiles
de todo tipo, obras de artesanía, carnes, pescados, frutas y verduras, puestos
de sombreros, joyerías, dulces típicos, cerámica, abarrotes, floristerías,
tiendas de chiles y especias… la lista es interminable. Todo ello, junto a una
infinidad de puestos donde probar lo mejor de la gastronomía local.
Una de las curiosidades del
edificio (erigido sobre los terrenos de los que fuera una antigua plaza de
toros) es la impactante majestuosidad y dimensiones de su puerta de entrada
principal construida (con cantera rosa y rematada con un gran arco de medio
punto).
Inaugurado como mercado en 1910
por Porfirio Díaz, esta emblemática construcción, ideada inicialmente para ser una estación de ferrocarril, tiene unos grandes ventanales que dan
mucha luminosidad al interior. Todo el conjunto está coronado en la parte superior por una gran cúpula.
En el centro de este gran mercado de dos alturas descubrimos una escalinata engalanada de flores, presidida por la Virgen de Nuestra
Señora de Guanajuato, muy venerada en la ciudad.
Como no podía faltar en ningún
mercado, y menos en uno mexicano, el área dedicada a la alimentación tiene un
lugar preferente. Infinidad de pequeños restaurantes ofrecen lo mejor de sus
habilidades culinarias para comer o beber. Tacos, carne mechada, milanesas, pozole,
quesadillas, carnes a la plancha, guisados, huevos al gusto, malteadas, jugos,
tortas, enchiladas mineras, caldo de camarón, guacamayas, licuados, rollos de
guayaba rellenos, charamuscas (dulce típico de Guanajuato), etc., etc.
Un lugar icónico de la ciudad del
que conviene recordar que el diseño de toda la estructura, así como la torre
del reloj, corrieron a cargo de Alexandre Gustave Eiffel, constructor de la
Torre Eiffel de París.
En definitiva, una vista obligada
en la ciudad de Guanajuato que va más allá del propio mercado, ya que contiguo
a él encontramos el mercado de Gavira, con numerosos puestos de comida, y un
espacio al aire libre junto a la plaza colindante con venta de textiles,
recuerdos y artesanía.

























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