En cierta forma, lo que proponía el
gran filósofo romano es que disfrutemos de la vida, de cada momento, de cada
instante
Sin duda, uno de esos goces vitales es viajar. Esto nos permite descubrir, experimentar y conocer lo que puede resultarnos exótico.
Esta pequeña reflexión puede
aplicarse a multitud de vertientes viajeras. La ruptura de la rutina y la
cotidianeidad, el enriquecedor choque cultural, las diferentes visiones de la realidad social o el aspecto gastronómico son vértices que conforman ese singular
polígono llamado viajar.
Centrándome en el aspecto
culinario os cuento que, en mi último viaje a tierras mexicanas, recorriendo el
célebre destino costero de Acapulco (en el océano Pacífico) descubrí el
“pescado a la talla”, una forma de prepararlo típico de esas latitudes.
Reconozco, desde el principio, que
me resultó curioso y llamativo ver numerosos restaurantes anunciando esta
popular forma de preparación.
Como no podía ser de otra manera,
había que probarlo. Fue en playa Bonfil, en un restaurante ubicado frente al mar llamado Las Gaviotas II, donde me enseñaron algunos de los secretos de una
elaboración que, como no podía ser de otra forma, lleva su ritual.
En primer lugar, nos ofrecerán
visualmente distintos tipos de pescados para decantarnos por alguno de ellos.
Posteriormente, dependiendo del
número de comensales y el hambre que tengamos, nos
aconsejarán el tamaño más adecuado.
A partir de ahí, solo queda
esperar a que llegue el ansiado “pescado a la talla”.
Mientras se cocinaba nuestro
“pedido”, disfrutábamos -junto a unas bebidas y algunas botanas (especie de
aperitivos/entrantes)- de unas vistas inigualables sobre una de las playas de
arena dorada más célebres del entorno.
Quería ver "in situ" cómo
abrían y limpiaban el pescado, cómo lo sazonaban y cómo lo colocaban frente a
las brasas. Naturalmente, el secreto, además de la pericia que ponen los
cocineros, está en la salsa con que impregnan el pescado que le da ese sabor
tan peculiar.
Los ingredientes y las proporciones de esa salsa, que lógicamente guardan con confidencialidad, es, junto con la calidad producto, el verdadero secreto que hace que en cada restaurante el pescado tenga un sabor propio.
Fue un día
fantástico. Buena comida, excelente compañía, amena conversación y un entorno de los
que perduran por mucho tiempo en la memoria.
El resumen de todo ello,
recordando la frase de Séneca, es claro. Debemos dedicarnos más tiempo, siempre
que sea posible, a nosotros mismos y, no tengo dudas, una forma de llevarlo a cabo es disfrutar del
placer de comer.
Así pues, si viajas hasta Acapulco,
nada como pedir algo tan típico y tradicional como un buen “pescado a la talla”
del Pacífico. Os encantará.
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