domingo, 16 de julio de 2023

Duna de Pyla, el gran coloso de arena


    Repasando archivos de publicaciones realizadas y ordenando fotografías de diferentes viajes, encuentro un reportaje publicado en la Revista Mundo Social a principios del año 2009 en la que escribía sobre uno de los lugares que más me han impactado de la Francia Atlántica: la duna de Pyla (o Pilat).



   Afloraron rápidamente recuerdos de aquel inolvidable viaje y de ese grandioso espectáculo que la naturaleza regala a quienes hasta allí se acercan.

    Se trata de la mayor duna de Europa. Efectivamente, esta gran barrera arenosa, costera con el océano Atlántico y cercana a la preciosa y coqueta bahía de Arcachon (un pequeño mar interior famoso, entre otras cosas, por sus ostras), queda casi estupefacto al viajero nada más verla



    Uno se siente pequeño, poca cosa, ante esta inmensidad arenosa que, aunque parezca imposible de creer, se mueve y crece año tras año.



     Pyla o Pilat, va poco a poco ganando terreno a los cercanos bosques de coníferas, no resultando extraño ver algunos árboles que van siendo literalmente tragados por este gigante.

    Sus dimensiones son descomunales. Sólo decir que tiene casi tres kilómetros de longitud y supera los cien de metros de altura para hacernos una idea de la gran mole térrea con lo que nos vamos a topar en esta zona costera del suroeste francés.



      Desde el punto de vista de su nacimiento, en términos geológicos, no se puede decir que sea muy antigua. Según los estudios realizados, se considera que data del siglo XVIII.



     Todo este paraje, como es natural, se encuentra protegido por el gobierno francés. Sin embargo,  esto no es obstáculo para que se pueda ascender andando hasta la cima. No hace falta mencionar que la subida resulta algo cansada, pero las vistas que se obtienen en su cresta merecen, sin duda alguna, el esfuerzo invertido.



      Desde ese privilegiado promontorio tendremos bajo nuestros pies, por un lado, las azules aguas del océano y, por otro, el verde de los interminables bosques que se pierden en el horizonte. Tres colores (el azul del océano, el amarillo pálido de la duna y el verde de los pinares) que sirven para pintar uno de los más bonitos lienzos que tiene la naturaleza en Francia.



    Como curiosidad, se pueden apreciar cerca de esta muralla arenosa los restos de antiguos búnkeres alemanes construidos durante la segunda guerra mundial como defensa ante una futura invasión por mar de las tropas aliadas.





    Por cierto, nos encontramos muy cerca de la localidad de Arcachón. Nada mejor que pernoctar en esta turística ciudad, conocer sus típicas casas y degustar las famosas ostras de este pequeño mar interior que conforma una bahía única.

   Estamos, además, en Nueva Aquitania, una de las regiones más variadas de nuestro país vecino. Ciudades de descanso como Biarritz, las infinitas las playas de Las Landas, los grandes bosques de coníferas, el increíble faro de Cordouan, la preciosa capital de Burdeos, el Armagnac (un licor de fama mundial) o las inmensas extensiones de viñedos, son algunos de los tesoros que nos depara esta región fronteriza con España.

   Os dejo, por si deseáis leerlas, esas páginas publicadas en la Revista Mundo Social.









    Acabo este post con dos magníficas fotografías, proporcionadas por la agencia de Turismo de Francia, que nos dan una idea más precisa de las ciclópeas dimensiones de la duna. 








No hay comentarios:

Publicar un comentario