Repasando archivos de publicaciones realizadas y ordenando fotografías de diferentes viajes, encuentro un reportaje publicado en la Revista Mundo Social a principios del año 2009 en la que escribía sobre uno de los lugares que más me han impactado de la Francia Atlántica: la duna de Pyla (o Pilat).
Afloraron rápidamente recuerdos de aquel inolvidable viaje y de ese grandioso espectáculo que la naturaleza regala a quienes hasta allí se acercan.
Se trata de la mayor duna de Europa. Efectivamente, esta gran barrera arenosa, costera con el océano Atlántico y cercana a la preciosa y coqueta bahía de Arcachon (un pequeño mar interior famoso, entre otras cosas, por sus ostras), queda casi estupefacto al viajero nada más verla.
Uno se siente pequeño, poca cosa, ante esta inmensidad arenosa que, aunque parezca imposible de creer, se mueve y crece año tras año.
Pyla
o Pilat, va poco a poco ganando terreno a los cercanos bosques de coníferas, no
resultando extraño ver algunos árboles que van siendo literalmente tragados por
este gigante.
Sus
dimensiones son descomunales. Sólo decir que tiene casi tres
Desde
el punto de vista de su nacimiento, en términos geológicos, no se puede decir
que sea muy antigua. Según los estudios realizados, se considera que data
del siglo XVIII.
Todo
este paraje, como es natural, se encuentra protegido por el gobierno francés. Sin
embargo, esto no es obstáculo para que
se pueda ascender andando hasta la cima. No hace falta mencionar que la subida
resulta algo cansada, pero las vistas que se obtienen en su cresta merecen, sin
duda alguna, el esfuerzo invertido.
Desde
ese privilegiado promontorio tendremos bajo nuestros pies, por un lado, las
azules aguas del océano y, por otro, el verde de los interminables bosques que
se pierden en el horizonte. Tres colores (el azul del océano, el amarillo pálido de la
duna y el verde de los pinares) que sirven para pintar uno de los más bonitos
lienzos que tiene la naturaleza en Francia.
Como
curiosidad, se pueden apreciar cerca de esta muralla arenosa los restos de
antiguos búnkeres alemanes construidos durante la segunda guerra mundial como
defensa ante una futura invasión por mar de las tropas aliadas.
Por
cierto, nos encontramos muy cerca de la localidad de Arcachón.
Nada mejor que pernoctar en esta turística ciudad, conocer sus típicas casas y
degustar las famosas ostras de este pequeño mar interior que conforma una
bahía única.
Estamos, además, en Nueva Aquitania, una de las regiones más variadas de nuestro país vecino. Ciudades
de descanso como Biarritz, las infinitas las playas de Las Landas, los grandes
bosques de coníferas, el increíble faro de Cordouan, la preciosa capital de
Burdeos, el Armagnac (un licor de fama mundial) o las inmensas extensiones de
viñedos, son algunos de los tesoros que nos depara esta región fronteriza con
España.
Os dejo, por si deseáis leerlas, esas páginas publicadas en la Revista Mundo Social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario