Imposible, por mucho esfuerzo y
tiempo que se le dedique, poder escribir un reportaje en el que se incluyan
todos y cada uno de los atractivos y argumentos (históricos, arquitectónicos,
sociales, políticos o religiosos) que atesora Jerusalén.
Para entender mínimamente este
magnífico puzle, lo mejor es visitar detenidamente la Ciudad Vieja y patear con
atención todos sus barrios (el judío, el cristiano, el armenio y el musulmán).
Estamos en el epicentro de esta gran ciudad.
Pues bien, junto a la puerta de
Jaffa (o puerta del Amigo) descubrimos la conocida como Torre de David; una
antigua ciudadela, sita en el barrio armenio. En realidad, se trata de una
fortificación (donde se han encontrado restos arqueológicos con más de 2.700
años de antigüedad) que, debido a las numerosas invasiones y ataques, ha sido
destruida y reconstruida en numerosas ocasiones.
En la actualidad, es un museo abierto al público ciertamente recomendable que, por las noches, ofrece un impresionante y envolvente espectáculo de luz y sonido sobre los muros de esta ciudadela.
Una vez estemos en el interior y
recorramos el patio central y algunas de sus estancias, mi consejo es subir a
la más alta de sus torres actuales.
He escrito “actuales” porque inicialmente,
cuando se construyó, cerca de la puerta de Jaffa, había tres torres levantadas
por Herodes el Grande, una de ellas llamada Phasael en honor a su hermano que
había fallecido. Los avatares de la historia y las sucesivas invasiones
hicieron que ya no queden, tal y como se erigieron, esas tres atalayas.
Mi recomendación, reitero, es
subir a la más alta de las torres de la ciudadela que, a la vez, es el punto
más alto de la Ciudad Vieja. Una especie de promontorio artificial pétreo que
ha sido y es testigo mudo de lo acaecido en estas tierras durante tantos
siglos. Lo que antaño tuviera razones de ser defensivas y militares se
transformó en un mirador que es un regalo para cualquier turista inquieto por
la historia de Jerusalén.
Desde allí, obtenernos unas panorámicas
360º. Quizás de las mejores que puedan verse. Nos encontramos en uno de los
puntos de observación más increíbles de la ciudad que el viajero, con
seguridad, lo disfrutará. Por un lado, la Ciudad Vieja frente a nosotros; por
otro, la ciudad moderna a nuestras espaldas. Se puede decir que estamos en el
presente de Jerusalén viendo su pasado y apreciando su futuro próximo.
Es como tocar la historia. Tenemos
frente a nuestros ojos unas vistas únicas, con la cúpula dorada de La Roca y la
vecina mezquita de Al-Aqsa, el monte de los olivos como fondo de este gran
escenario, la torre de la iglesia del Redentor, las cúpulas grisáceas del Santo
Sepulcro, las murallas de Jerusalén, el Muro de las Lamentaciones, el barrio
judío, etc., etc.
Es conveniente recordar que la
UNESCO declaró en 1981 Patrimonio Mundial de la Humanidad a la Ciudad Vieja y
sus murallas. Esta urbe (santa para el judaísmo, el cristianismo y el mundo
musulmán) es un precioso calidoscopio donde relevantes construcciones de estas tres
culturas y religiones -diversas, pero con raíces comunes- conviven en una
laberíntica, y casi infinita, sucesión calles y callejuelas. Y todo ello en una
pequeña extensión de tierra.
Cada uno con su Dios, cada uno
con su forma de entender el mundo, cada uno con su cultura, cada uno con su
opinión, pero sobre la misma tierra. Esa es la gran riqueza de Jerusalén
La conocida frase “una imagen vale más que mil palabras”
es perfectamente aplicable al lugar del que escribo y a la fotografía que
cuelgo en este reportaje. Una simple instantánea trasmite y expresa tanto que,
a veces, es suficiente con dejar pasar el tiempo mientras la “saboreamos”.
Los minutos desde esta torre son simplemente un aprendizaje, una magnífica forma de ampliar conocimientos “in situ” de la que dicen es (curiosidades y contradicciones de la historia) la ciudad de la paz.
He visitado en varias ocasiones
Jerusalén, he conocido numerosos miradores, pero, en mi opinión, ninguno tan impactante,
y a la vez tan didáctico, para entender un poco este conglomerado cultural del
que escribo. Se trata simplemente de ir girando el cuerpo para apreciar los
orígenes y el futuro de una de las ciudades más bonitas y enriquecedoras que
conozco en el mundo.
Desde esta plataforma digital, mi
consejo parece obvio: cuando vayan a la Ciudad Vieja, no olviden visitar la
Torre de David. Creo que cuando asciendan a lo más alto de la ciudadela se
acordarán de estos párrafos.
Acabo este post recordando que este reportaje se publicó en la web del diario español LA RAZÓN el 27 de diciembre de 2022.
https://www.larazon.es/viajes/20221227/dpdkrgyubbf3bbx4fhx3mi5r5e.html
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