En mi último viaje a Israel descubrí una magnífica forma de preparar los huevos llamada Shakshuka.
Aunque
se consume a cualquier hora del día, es muy común comerlo como desayuno. Una
buena manera de coger fuerzas para todo el día.
De sencilla elaboración, con
productos baratos y fáciles de conseguir, es un invitado fijo en las mesas
israelíes donde casi se considera un plato nacional. Desde luego, contundente y
sabroso.
Con independencias de versiones
que existen sobre el origen (parece ser que es oriundo del norte de África), lo cierto
es que en este país ha conseguido renombre y fama internacional.
No hay que olvidar que mucha de
la cocina israelí está influenciada por su propia historia. Al ser un
territorio tan deseado por diferentes civilizaciones a lo largo de los siglos, estas
han dejado su impronta en diversos aspectos (cultural, religioso, arquitectónico,
gastronómico …).
Una salsa – algo espesa- a base
de tomate, pimientos, ajo y cebolla cortados en trozos pequeños (a la que se
añaden algunas especias como comino o pimentón) es la base donde se echarán
estos huevos que, con el calor, se van haciendo a modo de huevos escalfados.
Una buena sartén o un tajín pueden ser los recipientes ideales para que se
cocinen. Se sirve bien caliente.
Cocina sencilla, básica, casi de
subsistencia, pero toda una delicia que debe probar el viajero que viaje hasta
tierras israelíes. Lo importante, la calidad de los productos.
El propio nombre del plato (que
significa “todo mezclado”) es toda una declaración de intenciones sobre cómo
nació.
Vegetariano, saludable, sin
gluten, “koser” … una buena mezcla de ingredientes que consigue la excelencia.
Si tuviera que buscar semejanzas
con algún plato de la cocina española pensaría en unos huevos al pisto, tan
característicos de la gastronomía manchega, o en una fritada riojana con
huevos.
Aquí, como en todo, “cada
maestrillo tiene su librillo” y en cada casa se le pone un toque especial (en
algunos restaurantes añaden calabacín, algo de carne o berenjena).
Siendo sincero, me gusta con un
poco de picante (por ejemplo, con una guindilla triturada) y con algunas
hierbas encima –como perejil- para darle, además de vistosidad y elegancia, más
sabor.
A primera vista, es un plato muy
agradable por la variedad de los colores y lo llamativo de su presentación, servido
directamente en la sartén. Un dato importante, es imprescindible un buen pan
(sea de pita o normal) para mojar en la salsa.
No quiero dejar de mencionar que hay un restaurante emblemático por la forma de prepararla. Si sitúa en la ciudad vieja de Jaffa (Tel Aviv) y su nombre es toda una declaración de intenciones sobre lo que vamos a comer: Dr. Shakshuka. No olviden acercarse, si están en esta preciosa y dinámica ciudad costera israelí, por este templo gastronómico tan acreditado considerado como uno de los grandes embajadores de la Shakshuka.
Estos párrafos se publicaron en la en la revista Atril (edición de enero de 2023) de la Academia Extremeña de Gastronomía.
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