La historia repostera de Dinant, en Bélgica, está marcada por una dulce
elaboración –que no lleva azúcar- llamada “Couque de Dinant”.
Dicen, aunque no hay seguridad sobre esta versión, que su origen se remonta al siglo XV. Tiempos en los que Carlos I de Borgoña, también llamado “Carlos el Temerario”, conquistó esta localidad valona.
Ante la falta de comida e
ingredientes para cocinar, simplemente con harina y miel en proporciones similares, se empezó
a preparar esta masa –a la que no se añade agua- que, más tarde, se horneaba.
En todo caso, hay una serie de detalles que no deben pasar desapercibidos, y que justifican que llamarla “galleta” deba entrecomillarse:
*La dureza de su textura hace que no se puede comer a bocados y deba romperse en trozos pequeños o mojarla con leche o café.
*Debe permanecer un tiempo en el interior de la boca para que con la humedad vaya ablandándola
*Estos matices le dan una serie de características cercanas también a una golosina. Esto es debido a la gran cantidad de miel que lleva y a la alta temperatura del horneado. Por esta razón, notamos claramente un toque caramelizado.
*Importante destacar que no lleva azúcar.
Esta pasta espesa y con mucha consistencia se introduce en unos recipientes
en los que se moldea con los más variados motivos. Como se pueden advertir en
las fotografías, la diversidad de dibujos, tamaños y presentaciones (animales, panorámicas
de la localidad, racimos de uvas, etc., etc.), casi no tiene límites.
Aunque en algunas recetas lo califican como un bizcocho dulce extremadamente
duro, me resisto a calificarlo así. En mi opinión, al no llevar ingredientes básicos de esta elaboración como huevos, leche o azúcar es bastante apresurado considerarlo un bizcocho.
Es cierto que los turistas y viajeros que se acercan a “la perla
del Mosa” (como también se llama a Dinant) lo compran como regalo para amigos y
familiares. No obstante, suele consumirse por los lugareños en épocas navideños.
Incluso se utiliza también como elemento de decoración del árbol de Navidad.
Una cosa si está clara. Es original. Diferente y con una historia
a sus espaldas. Algo siempre de agradecer. Los platos,
sean dulces o salados, tienen también que hablar de sus orígenes y de sus anécdotas.
Hace unas semanas viajé hasta Dinant. Como todos sabemos, la cantidad de tesoros y argumentos
turísticos son innegables. Sin embargo, tras mi periplo durante un día por sus calles, la ciudadela
y el cauce del río Mosa, tocaba reponer fuerzas con esta llamativa “galleta” de
la que tanto me habían hablado. No podía perder la ocasión de probarla.
¿Dónde comprarlas? Mi consejo es acercarse a Pátisserie Jacobs (Rue Grande, 147). Este negocio familiar es un icono y un referente en la elaboración
de las célebres “Couque de Dinant”.
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