Conocerlo es una de las recomendaciones
más seductoras de Dublín. El museo de la Emigración (Irish Emigration Museum)
es una forma de entender el espíritu y el modo de vida irlandés, marcado en
gran medida por esa dura lacra histórica protagonizada por los millones de
personas que tuvieron que salir del país. Un decisivo capitulo en la historia
de Irlanda que no deja de estar presente en el corazón de sus habitantes.
Un dato significativo, que no
puede olvidarse, es que se calcula que más de diez millones de personas
abandonaron la isla a lo largo de la historia. Si lo comparamos con el número
de habitantes que tiene, es fácil entender el impacto que ha tenido.
Conocer el alma irlandesa es
conocer su pasado. Como ocurre en muchos aspectos de la vida, su presente lo
determinan los hechos acaecidos. Una parte importante de su historia es, sin
lugar a dudas, esta diáspora que el museo aborda y retrata magistralmente desde
diferentes perspectivas, indagando en lo que supuso para los irlandeses, tanto para
los que emigraron como los que se quedaron. También en sus causas y consecuencias.
Situado en los Docklands de
Dublín (cerca de la desembocadura del rio Liffey, que tantas embarcaciones vio
zarpar a tierras lejanas en busca de mejor vida) es quizás la mejor de las
ubicaciones.
Tres serían las palabras que
pueden englobar esta oferta museística: moderno, didáctico y entretenido.
Todo está preparado, en un
impresionante escenario –a través de distintas galerías temáticas (un total de
veinte)- para realizar un recorrido sin igual que no dejará indiferente al
espectador.
Está dotado de los más flamantes y
vanguardistas medios informáticos, fotográficos y visuales (pantallas táctiles,
películas, módulos audiovisuales, videos que capturan y nos recuerdan momentos
importantes de la historia de Irlanda, fotografías, posibilidad de confeccionar
postales on line sobre nuestro recorrido y nuestras sensaciones, audios remasterizados
de casi cien años, experiencias interactivas, …). La tecnología se convierte en un aliado para
que visitante se sumerja y tenga precisa conciencia del sufrimiento causado en
esta isla y, especialmente, en millones y millones de personas.
El conocido empresario Neville
Isdell, alma mater y fundador del museo, cumplió así el sueño de contar la
historia de tan trágico episodio. Él fue uno de esos emigrantes, pero para
Neville Isdell -que partió muy pequeño de su tierra natal-, ni Irlanda la dejó
ni él la olvidó.
Este museo es también una manera de dar vida a asombrosas e impactantes historias, muchas de ellas desgarradoras, que podemos ir conociendo en la visita, a la vez que nos muestra el nombre de famosos personales (en las más diversas facetas: música, política, ciencia, deporte cine, etc.) que son descendientes de irlandeses.
No quiero olvidar un curioso “pasaporte”
que regalan al visitante nada más pagar la entrada. En él se pueden estampar diferentes
sellos que certifican su paso por cada galería. En esas salas hay una máquina
que nos permite quedar impreso en el pasaporte nuestro paso. Un bonito recuerdo
de nuestra estancia en el EPIC.
Conseguir documentar una diáspora
de una manera tan fiel, logrando que el visitante se involucre en esta historia
de tantos siglos, con todo tipo de efectos interactivos y explicaciones, no
debió ser tarea, desde luego, sencilla. Es fácil intuir que hay un arduo
trabajo tras este formidable resultado.
Los reconocimientos a este magnífico
e impactante museo, nada convencional, no se han hecho esperar. Por citar
algunos, ha sido elegido como una de las atracciones turísticas líder en Europa
durante varias ediciones en los World Travel Awards. Concretamente, en los años
2019, 2020 y 2021.
Como experiencia museística es
totalmente innovadora, tanto para la ciudad como para quien les escribe y es, seguro,
una de esas atracciones -en este caso, cultural- que hay que visitar en Dublín.
Me atrevo a decir que también es
una mirada al futuro. Una forma de explicarle al visitante lo que sucedió
durante siglos y como, a pesar de esa gran sombra de dolor, el país mira de
manera decidida al futuro, sin olvidar a esos millones de personas que viven
fuera de la isla. Es, además, un merecido homenaje al coraje y a la valentía de
quienes tuvieron que emigrar.
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