Puede parecer extraño, pero está bien escrito. Una morcilla de postre.
Me explico. En la ciudad de
Arouca (distrito de Aveiro), al norte de Portugal, se encuentra el que fuera
uno de los monasterios más famosos de Portugal. Este imponente edificio, donde
ingresaban monjas procedentes de la alta sociedad portuguesa durante siglos, está
históricamente muy relacionado con la figura de la “Reina Santa Mafalda”, que
fuera infanta de Portugal y reina consorte de Castilla.
Pues bien, entre estos muros la
tradición repostera llegó casi a la excelencia. Diferentes “doces conventuais”
se elaboraban y salían de los hornos de este monasterio.
Con la desaparición de la vida
monacal entre estos centenarios muros de granito esta tradición repostera afortunadamente
no se perdió. Bien por algunas sirvientas de esas monjas, bien por familias del
municipio, lo cierto es que ese “bagaje” culinario se fue transmitiendo de
generación en generación hasta nuestros días.
Tanto que es imposible visitar
Arouca y no probar algunos de esos postres conventuales.
La variedad es ciertamente
amplia, con nombres tan sugerentes como barrigas de “freira” (monja), “manjar
de lingua”, pan de San Bernardo, “charutos de amendôa”, castañas dulces, etc.,
etc.
Una de estas delicias,
una de estas “sobremesas”, son las morcillas dulces. Todo un descubrimiento
para quien les escribe.
Como reconocido goloso que soy,
me acerqué a una conocida tienda (“Casa dos Doces Conventuais”) para
interesarme por esta elaboración. Con independencia de ello, es tan atrayente la oferta repostera de esta pastelería que es casi un pecado no adentrarse en este emblemático establecimiento.
A base de dulce de pan, manteca,
almendras, azúcar y canela se prepara este particular “trampantojo”
gastronómico.
Como saben, el trampantojo es una
técnica pictórica que intenta engañar a la vista. Este término también se
aplica al mundo de la alta cocina con similares connotaciones. En definitiva,
no es más que una traición al ojo. No es lo que parece ser.
Aquí tenemos un ejemplo
ciertamente atrayente. Perfectamente presentado que, a primera vista, cualquiera
diría que es un embutido. Naturalmente, llama la atención que se encuentra a la
venta en una pastelería.
Como pueden imaginarse, los
ingredientes nos indican todo lo contrario. Un atractivo y sugerente engaño al
ojo que pide ser probado.
No pude esperar mucho tiempo con
la “morcela doce” en el plato. Tenedor y cuchillo en mano fui poco a poco
degustando este manjar de azúcar y almendra.
Viajar es descubrir y es conocer. En Arouca aprendí y conocí una cosa más: la centenaria y rica tradición repostera de esta localidad gracias a la historia culinaria de ese famoso edifico que albergó uno de los monasterios más ricos de Portugal.
Ya saben, si vienen por aquí,
prueben esas curiosas e inusuales morcillas dulces.
Acabo recordando que estos párrafos fueron publicados en el Revista Atril de la Academia Extremeña de Gastronomía en su edición de septiembre de 2021.
https://aexgastronomia.es/2021/09/15/vendimiado-el-no8/
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