Por todos es sabido que los restaurantes de grandes hoteles pasan, en
bastantes ocasiones, injustamente desapercibidos porque la sombra del nombre del
alojamiento, a veces, es demasiado larga.
Por suerte, esta errónea tendencia va progresivamente
decreciendo. No es equivocado afirmar que cada vez más
personas se acercan a ellos para comer o cenar, sin tener que
pernoctar, atraídos por la categoría del
chef o por la valía de los platos que
allí elaboran. El restaurante es por sí mismo, afortunadamente, reclamo suficiente para que los comensales,
más allá de las siglas del hotel donde se ubican, se decidan por él.
Recientemente viajé hasta Cascais, uno de los
municipios turísticos más famosos y reconocidos de Portugal. Tuve la suerte de
pasar la noche en un emblemático cinco estrellas de esta localidad: Viva
Marinha Hotel & Suites (www.vivamarinha.pt).
Un precioso bosque de pinos
abriga este hotel de tonalidades rojizas que tiene todo lo que el huésped puede imaginar. Te
recomiendo, entre otras cosas, para abandonar el estrés del día a día, que pruebes
su fantástico spa o nades en su increíble piscina.
En un entorno tan idílico, cercano a las aguas
del Atlántico, descubrí el restaurante “Glass Terrace”. Ciertamente, fue un
hallazgo. Buena cocina, extraordinario servicio, profesionalidad, atención y
una equilibrada mezcla de aires vanguardistas sobre platos tradicionales de la
cocina lusa. Un espacio muy recomendable bajo la batuta del cocinero brasileño Marcelo Loureiro.
El restaurante es acogedor, cómodo, grande,
espacioso, con mucha luz y una más que adecuada distancia entre las mesas para
mantener la necesaria privacidad que todo comensal exige.
Logra crear un ambiente francamente agradable, tanto si el día es soleado (por la gran luminosidad existente) como por la noche junto a la chimenea. Además, está diseñado de manera muy versátil pudiéndose comer, si
el tiempo lo permite, en un precioso jardín con el frescor de un césped salpicado de pinos.
Su nombre, “Glass Terrace”, es fácil de adivinar cuando estés
allí. Grandes ventanales de vidrio, en laterales y techo, dan forma y
luz a este local que me gustaría conocieras.
La carta ("ementa") es tremendamente atractiva. Carnes, pescados,
arroces, pastas, postres... Variedad y calidad van de la mano. El punto de mira no es tanto el presumir de una amplísima selección de opciones gastronómicas como que ésta sea atrayente y de calidad. En mi opinión, lo consiguen.
No quiero dejar pasar por alto que existe un menú infantil pensado para el gusto de los más pequeños de la familia.
Suelo decir que, a la hora de comer, todos los sentidos deben estar preparados. Un buena elaboración no es otra cosa que una pequeña obra de arte efímero preparada para el deleite del comensal.
Lo importante, obviamente, es que el plato que nos sirvan esté bien cocinado y nos guste. Pero no es menos
cierto que la primera impresión es muy importante. Y ésta viene normalmente por
la vista. Pues bien, aquí se mima hasta el más mínimo detalle. La
cubertería, el servicio de agua, la ausencia de ruidos, una relajante música
ambiente de fondo y, cómo no, una formidable presentación.
Cuando escribo de temas gastronómicos, con la
lógica subjetividad que ello conlleva, intento plasmar mi experiencia sobre un
determinado restaurante. Naturalmente, no pretendo dar lecciones al respecto;
apenas resaltar lo que he ido advirtiendo.
Las sensaciones sobre un determinado lugar, y
más sobre un restaurante, son tan personales que no hay mejor lección que la
experiencia propia. Puedo decir que me sentí cómodo, que disfruté la velada y que salí con ese agradable regusto en la memoria que me decia "aquí tengo que volver".
Por este motivo quiero mostrarte, con la
imprescindible ayuda de unas fotografías, lo que tuve la suerte de degustar:
1.- Como aperitivo, una trilogía formada por paté de aceitunas negras,
langostinos en su salsa y queso de cabra con mermelada de frutos del bosque.
2.- A continuación, probé una selección de crujientes de queso, sobre una base de pizarra, acompañados de una patata cocida con queso de cabra y una pequeña
ensalada que daba color y volumen al plato.
3.- El plato principal fue un magnífico arroz de
pato. La presentación, en forma de nido, le otorga originalidad, además de dar un toque muy personal a un plato tradicional de la gastronomía portuguesa. Un sello de autor del chef.
4.- El postre ("sobremesa"), como colofón de este magnífico menú, consistió en un generoso pedazo de tarta de queso con frutos del bosque. Extraordinario.
No quiero olvidar la magnífica bodega de Glass Terrace. En este caso, la sugerencia fue un blanco de Douro, Meio Queijo, que resultó delicioso. El tinto, Carm reserva del 2010, también de Douro, fue otra magnífica elección.
Otro detalle que quiero resaltar muy positivamente, porque es de justicia hacerlo, son “los
tiempos”. Creo que fueron los correctos. Todo ello, lógicamente, hizo francamente agradable la comida.
Lombinho de porco preto grelhado con puré de abóbora e legumes glaciados com pêssego, bife á portuguesa com presunto e batata-doce frita, lombo de bacalhau assado com couve salteada batata e ovo cozido, filete de robalo grelhado con puré de ervilha e batata gratinada de legumes, risotto de cogumelos com perna de pato confitado, crema de tomate com ovo escalfado de codorniz, linguini nero salteado com camarâo e natas, ovos mexidos con farinheira da Beira o gambas fritas salteadas com azeite e alho son otras de las propuestas de su chef.
Os dejo, seguidamente, una selección de fotografías para que podáis disfrutar de una cocina que conjuga lo tradicional y lo nuevo. Pasado y presente de la mano. Un restaurante con personalidad propia.
Aunque hoy escribo sobre este restaurante, quiero aconsejarte, si estás pensando en pernoctar por estas latitudes de Portugal, este fantástico alojamiento: Vivamarinha Hotel & Suites. Un hotel con mayúsculas. Un lugar especial para momentos especiales.
He comentado anteriormente que está situado en un lugar idílico. Bosques de pinos, el inmenso Atlántico como fondo y el llamativo rojizo de la construcción. A veces, una imagen vale más que mil palabras. Fíjate en esta fotografía aérea, cedida por el banco de imágenes del hotel, para que te hagas una idea. Sencillamente espectacular. Irresistible. Sobran las palabras.
Este reportaje se publicó en la web del diario español LA RAZÓN el 24 de noviembre de 2014. Os dejo el link:
No hay comentarios:
Publicar un comentario