Espectacular, soberbia,
impactante, sobrecogedora, orgullosa, imponente, majestuosa, grandiosa, rebelde,
insurrecta, guerrera. Muchas son las palabras con las que definir este histórico lugar. Una cosa es clara, no
deja indiferente al viajero. Es la segunda vez que vengo, tras ocho años, y no
dejo de tener la misma sensación de asombro que en la primera ocasión. ¡Por algo
será!.
Sobre una montaña aislada, en pleno
desierto de Judea, cercana a las aguas del Mar Muerto, descubrimos una de las
más impresionantes fortificaciones que el viajero pueda imaginar. Este lugar, también conocido como la
fortaleza de Herodes (ya que fue Herodes el Grande quien la remodeló para tener
un refugio seguro), fue escenario de la última resistencia del pueblo judío ante
el asedio de las tropas del Impero
Romano comandadas por el general Lucio Flavio Silva.
Las tropas romanas, ante la
dificultad de entrar en la fortificación, se decidieron por un asedio que duró
meses levantando unas defensas alrededor de la montaña para evitar huidas de los
rebeldes judíos.
Desde lo alto de Masada
se aprecia perfectamente dónde se situaba este muro perimetral y los campamentos
de los ejércitos de Roma, muy superior en número y armamento.
Al ser esta
montaña una protección natural, de difícil acceso y fácil defensa, los
comandantes romanos hubieron de idear, al “eternizarse” el asedio, una forma original de vencer estos grandes
desniveles. No es extraño que en hebrero Masada, signifique ”la fortaleza”.
La “numantina” resistencia de los judíos acabó cuando los romanos construyeron una inmensa rampa (“agger”) con la que deslizar una torre de asalto con un gran ariete que golpeaba las murallas. La rampa, aun visible y en buen estado de conservación, se convirtió en una faraónica obra de ingeniería en su momento capaz de sortear la diferencia de altura y la gran pendiente existente.
Al entrar, en la primavera del 73 d.c., los soldados de Lucio Flavio Silva descubrieron que sus ocupantes se habían suicidado colectivamente cuando vieron que la derrota era inminente. Prefirieron morir (hombres, mujeres y niños) a ser esclavizados.
La historia y detalles de
este asedio la conocemos gracias a los escritos y crónicas del historiador
Flavio Josefo. Dicen que, como el judaísmo prohíbe el suicidio, los
hombres mataron a sus familias y diez de ellos fueron los encargados en acabar con
la vida de los demás. Finalmente, un elegido entre esta decena sería el que
quitaría la vida a los nueve restantes. El lugar se ha convertido en un símbolo
de orgullo nacional y del ejército israelí, bajo el lema “Masada no caerá otra
vez”.
Aunque la subida puede hacerse a
pie (por el conocido “camino de la
serpiente”), un moderno teleférico nos lleva a la cima de la montaña donde, con
unas audio guías, podemos ir conociendo paso a paso la historia del lugar y los
avatares por los que ha tenido que pasar hasta la actualidad. Una verdadera
maravilla arqueológica.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2001, se ha convertido en un lugar emblemático y una parada obligatoria de todo turista que visite estas tierras.
Sobre la cumbre existe una
pequeña planicie cuyo recorrido, además de adentrarnos en los épicos episodios
del gran asedio romano, también permite hacernos una idea de las construcciones
que existían en aquel momento: el palacio de Herodes, las termas, el sistema de cisternas -excavadas en la roca- para retener el agua, la sinagoga, los frescos en las paredes, las calles, el almacén de
alimentos, restos de una iglesia bizantina erigida posteriormente, canteras, torres
de vigilancia, las viviendas, depósitos de víveres, palomares, etc.
Subir hasta la cima y poder
dominar un horizonte que regala las inolvidables vistas sobre tierras bíblicas
como las montañas de Judea y el intenso azul del Mar Muerto es una sensación
inenarrable. El viajero siente que tiene el privilegio de estar aquí, de pasear
entre estas ruinas que hablan de un grandioso pasado.
Quizás una buena recomendación es
que veas la superproducción norteamericana protagonizada por los actores Peter
O'Toole y Peter Strauss sobre Masada. Aunque con las lógicas licencias
cinematográficas, y algunos errores históricos, no deja de ser una forma de comprender lo que
acaeció en esta montaña y por qué desde
entonces, forma parte de la historia y del corazón del pueblo judío.
No debemos olvidar que estamos
frente al Mar Muerto. Esto es sinónimo de disfrutar de una experiencia que
querrás repetir.
Como sabes, el gran índice de salinidad de estas aguas permite
la flotabilidad. Hay que experimentarlo. La foto típica del turista leyendo el
periódico mientras flota en estas aguas es casi obligada. Quien os escribe
también se la hizo.
Ahora bien, el Mar Muerto, la zona más baja del planeta, tiene
otras posibilidades. Sus barros, contrastados científicamente, son buenos para
muchas enfermedades de la piel y, debido a lo bajo que nos encontramos, el aire
tiene mucho oxígeno, siendo, por tanto, un lugar muy recomendable para
determinadas enfermedades respiratorias.
¿Qué te parece pues la idea de embadurnarte con estos barros, dejar que se sequen y bañarte en el Mar Muerto? Te va a gustar.
Este reportaje se publicó en la web del periódico español LA RAZÓN el 15 de noviembre de 2014. Os dejo el link:
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