miércoles, 22 de octubre de 2014

Créeme, en Castilla se crían langostinos



                     
    Andaba este viajero por tierras de Medina del Campo conociendo algo de  la extensa variedad y la gran oferta turística que ofrece la ruta del vino de Rueda (www.rutadelvinoderueda.com).



                     
   Estuve recorriendo la ciudad de Tordesillas, probando los quesos Campoveja (www.quesoscampoveja.com), paseando por la localidad de Rueda, visitando diferentes bodegas y catando los extraordinarios blancos que en esta tierra se elaboran. Había, incluso, presenciado la noche anterior cómo se hacía una vendimia nocturna.


 
   

                      
   Tras visitar el castillo de la Mota (www.castillodelamota.es), a esas horas en las que el estómago exige su merecido tributo, buscaba restaurante donde mitigar el hambre y saciar la sed. 
   Reconozco que me gustó tanto esta fortaleza medieval que se me fue el tiempo ensimismado entre torreones, murallas, almenas, aposentos, historias, escaleras, pasadizos, defensas, mechinales, mazmorras, troneras,  baluartes, puentes, matacanes y escudos. 
   No podía estar más de actualidad este castillo. Durante estos días la serie de televisión “Isabel” está consiguiendo ser una de las producciones españolas más seguidas por el público. Los buenos datos de audiencia le avalan. Según me comentó el guía, esto se notaba. Había aumentado el número de visitas últimamente. El interés por la vida de los Reyes Católicos era evidente. Siempre es bueno conocer y profundizar en nuestra historia; nos ayuda a saber de dónde venimos y, en cierta forma, a explicar nuestro presente.





         
                 
    Cinco minutos para las tres de la tarde. Hora de comer. Me acerqué al centro de la localidad, a su plaza mayor. Un recinto urbano típicamente castellano con soportales repletos de restaurantes donde degustar la típica gastronomía castellana. Pensaba en un buen lechazo de la tierra. Era, casi, lo lógico. Siempre que viajo quiero probar lo típico de cada país, de cada región o de cada ciudad. 
   Primero iba a comer y después pasearía tranquilamente por la ciudad. Dicen, no sin razón, que con el estómago lleno las cosas se ven de otra manera. No seré yo quien  lo contradiga.
   Me decido por uno de estos restaurantes que hay en la plaza. Entre la multitud de platos que ofrecía la carta, en la que un buen cochinillo o un lechazo tienen su histórica y justificada hegemonía, el camarero me sugiere unos langostinos de la “tierra”. 
    Debo estar soñando. Me encuentro en plena meseta castellana; en una localidad vallisoletana en la que me están hablando de langostinos de la “tierra”. La geografía, salvo temas de fronteras, no es algo que cambie mucho y, si mis conocimientos no están equivocados, que no lo están, por aquí no hay mar ni playa. 
    Interesado por tan curiosa novedad gastronómica, me explican que en estos parajes existe un criadero de langostinos. Una auténtica granja, al parecer única en Europa por sus características. Más de veinte piscinas que reconstruyen el hábitat natural marino para que las larvas de langostinos, previamente seleccionadas, crezcan libremente hasta tener el tamaño adecuado para su venta. Menudo descubrimiento.



                   
    Naturalmente, no podía ser de otra forma, como entrante pedí unos langostinos. Lo mejor de todo: están muy buenos. Los probé a la plancha, cocidos y crudos con salsa de soja. Sencillamente, deliciosos y frescos. “Recién pescados”. Nunca mejor dicho. Te los recomiendo.



                  
    ¡Qué sabio es el refranero español!. Nunca te acostarás sin saber una cosa más. Y en este caso, me alegró aprender algo nuevo. Desde luego que sí. Langostinos de Castilla. Lo repito, langostinos de Castilla. No me he equivocado al escribirlo.


                 
  Me aseguran que esta granja, conocida como “Gamba Natural” (www.gambanatural.es) es un proyecto de un empresario noruego, llamado Bjorn Aspheim, que tuvo esta feliz y, al parecer, rentable idea. Decidió instalar en Medina del Campo unas piscinas de agua (con controles periódicos de salinidad, temperatura y oxígeno del agua) en las que se crían de langostinos sin ningún tipo de química, totalmente naturales.

    Agradeciéndoles que me remitan algunas fotografías de sus instalaciones para ilustrar este reportaje, prometo en un próximo viaje acercarme a conocerles.






                    
   Sinceramente me gustaron y los disfrute; pero ello no fue óbice para pedir como plato principal un “magnífico lechazo”.
    Os dejo, seguidamente un video de TeleMadrid para que os hagáis una idea:
 
                     
    Comento, en numerosas ocasiones, que un ruta del vino es algo más que enología. Siendo el vino el núcleo central en torno al cual se articulan estos itinerarios, la variedad de posibilidades es tan amplia que incluye opciones tan diversas como naturaleza, gastronomía, cultura, historia, arquitectura, teatro o aventura, por mencionar algunas facetas. Para ejemplo, la que os comento hoy. Conociendo los vinos de Rueda, de paso, disfruté de los langostinos de Medina de Campo.


                   
    
  Nada mejor, ya que estoy conociendo una ruta vitivinícola, que brindar con un buen verdejo y, si es en compañía, mejor. En este caso con un gran maestro del periodismo, Fernando Pastrano, colaborador del diario ABC y responsable de un blog que te recomiendo leas asiduamente: "Mamá quiero ser turista" (www.mamaquieroserturista.wordpress.com).
    
  Fue en bodegas Montetepedroso, catando y disfrutando estos magníficos vinos.

 


 


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