El
poder de atracción de un país suele ser polifacético. Son, por regla general, variados
los argumentos que conforman este particular puzzle consistente en lograr que un destino se
convierta en la elección definitiva del viajero.
La competencia es grande y las posibilidades
casi innumerables. Turismo de sol, de playa, monumental, histórico, militar, de
aventura, arqueológico, gastronómico, religioso, cinegético, invernal,
deportivo, enológico, lingüístico, acuático, solidario, de aventuras, de
negocios, de congresos, ... etc. Muchos son los estados en el mundo que,
orgullosos, presumen de poseer numerosas de estas ofertas turísticas.
Suele
ser un trabajo arduo entrar a formar parte de ese grupo de destinos que se
encuentran en el imaginario general de cuantos disfrutan de los viajes, de
cuantos sueñan con conocer lugares diferentes, de cuantos anhelan recorrer
territorios lejanos.
Por
este motivo, siempre es de agradecer la aparición de nuevos países enriqueciendo
aún más esta amplia oferta. Es el caso de El Salvador, que está realizando una
decidida apuesta por promocionar los, a día de hoy, poco conocidos reclamos
turísticos de su territorio a través de iniciativas que irán, con el tiempo,
dando sus frutos.
Quiero
mencionar, entre otros, dos plausibles proyectos. Por un lado,
el denominado "Pueblos Vivos", que trata de impulsar el turismo
interno sensibilizando a los distintos responsables locales para poner en valor
los recursos autóctonos como eje vertebral de generación de riqueza y como
incuestionable polo de desarrollo
turístico.
Por
otro lado, la "Ruta de Monseñor Romero", en honor a un gran hombre
que luchó siempre, de manera infatigable, por los derechos de los más débiles
de la sociedad salvadoreña. Esta ruta, única en su género, permite conocer,
además de la obra de este arzobispo asesinado en 1980, algunos de los lugares que frecuentó durante
su vida, conformando un producto turístico
especializado, a la vez que se convierte en merecido homenaje.
Mirar
el mapa de El Salvador puede engañarnos por sus pequeñas dimensiones. Resulta
tremendamente injusto no reconocer el gran potencial turístico de este territorio.
Sus poco más de 20.000 kilómetros
cuadrados dan para mucho. Encierran una belleza natural y un bagaje histórico sin
igual, en muchos casos desconocidos.
La
magia de bañarse en unas playas casi vírgenes en el océano Pacífico, la
aventura de avistar ballenas en mar abierto, la excitación de descubrir in situ
las huellas de civilizaciones anteriores, la posibilidad saborear las
exquisiteces de la gastronomía autóctona, poder bucear en aguas de un gran
valor natural subacuático o pasear por la capital salvadoreña son propuestas
que no deben caer en el olvido. Y todo ello con uno de sus grandes argumentos:
no estar afectado por los inconvenientes de un turismo masificado.
Es pues El
Salvador un país por descubrir y, a la vez, deseoso de ser descubierto por el
viajero.
Déjame
que te cuente, con brevedad, algunas de estas posibilidades turísticas. Puedes
conocer, por ejemplo, un coqueto pueblo, de aires coloniales, llamado Suchitoto
donde sus calles empedradas, sus hermosos balcones y numerosas galerías de arte
harán las delicias del viajero.
Puedes
también "cabalgar" sobre algunas de las más consagradas olas de
océano Pacífico. Concretamente, en el departamento de La Libertad, no lejano de
la capital salvadoreña. La animación nocturna, la belleza de estas playas, su
carácter cosmopolita y todo lo que ofrece para los amantes del surf lo han posicionado
en un lugar privilegiado para su práctica.
Una excelente recomendación es degustar la espléndida gastronomía salvadoreña, basada en
excelentes pescados, inmejorables
mariscos, excelentes frutas y unas carnes que te harán la boca agua.
Por cierto, incomprensible
sería marcharse de este país sin probar las famosísimas pupusas. Dicen que es
su embajador gastronómico. No te adelanto más.
Es una tierra agraciada con multitud de volcanes que, además de otorgar unas
panorámicas espectaculares, son generadores de fértiles suelos. Las autoridades
salvadoreñas, conocedoras de este potencial y tratando de preservar esta
belleza natural para generaciones venideras, han creado una serie de parques nacionales,
como el parque nacional El Boquerón o el parque nacional de los Volcanes. No
olvides visitarlos. Merecen la pena.
¿Sabías
que existe un pueblo donde las fachadas de muchas casas están pintadas con
verdaderas obras de arte dándole de un colorido especial?. Se llama Concepción
de Ataco y se ha convertido en lugar de encuentro de viajeros y turistas.
¿Qué
más te puedo contar?. Que mi experiencia por estas tierras centroamericanas ha
sido fascinante; que tuve la suerte de
visitar una alhaja arqueológica llamada "Joya de Cerén", declarada
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993, y considerada la "Pompeya de
América", o que estuve fotografiando unas pirámides mayas en el "Parque
Arqueológico de Tazumal". Maravillas, ambas, que son la huella palpable de
civilizaciones anteriores cuyo recuerdo debe perdurar.
Ha
sido mi primer encuentro con El Salvador; mi particular bautismo viajero con este
país que me ha cautivado. Mi único consejo es recomendártelo. Te encantará.
Por último, acabo comentando que en la Revista "Dentista del Siglo XXI", publiqué un reportaje de cinco páginas sobre este precioso destino. Si deseas leerlo, os lo pongo a continuación.
gracias por las fotos esta hermoso
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