Núremberg, una de las ciudades más hermosas de Alemania, tiene infinidad de reclamos y argumentos que justifican un viaje.
Su impresionante castillo imperial (sede de los emperadores
del Sacro Imperio Romano Germánico), las murallas medievales que -llegando a
tener una longitud de cinco kilómetros- custodiaban su casco antiguo, la
casa/museo del gran pintor renacentista Alberto Durero, la Plaza del Mercado
(corazón de la ciudad), los numerosos puentes que cruzan el río Pegnitz (parte
esencial de su paisaje urbano), el Museo Nacional Germánico, su famoso mercado
navideño, sus majestuosas iglesias, etc., etc. son suficientes motivos para
acercarnos a esta importante ciudad bávara.
Su denso y rico pasado ha dejado, sin duda, un gran
legado histórico, urbanístico y arquitectónico (mucho de él
reconstruido tras los bombardeos sufridos durante la segunda Guerra Mundial).
Hay pues muchas razones para acercarnos a Nuremberg. Sin duda, vale la pena dedicarle tiempo, descubrirla y explorarla.
Sin embargo, hoy quiero recomendar la visita a un conocido
cementerio, en ocasiones fuera de las rutas más turísticas, que no debe pasarse
por alto.
Me refiero al cementerio de San Juan
(Johannisfriedhof), uno de los más famosos del país y de Europa. Bueno es
recordar que, en el 2013, fue considerado el más bonito de Alemania.
Muchas son las personalidades (como el pintor
renacentista Alberto Durero –nacido en Nuremberg y, seguramente, el más famoso
de sus vecinos a lo largo de la historia-, el poeta Hans Sachs y el reconocido
escultor Veit Stoss, entre otros) que están enterradas en este
camposanto situado, en la actualidad, dentro de la ciudad y rodeado de
avenidas y edificios.
Sin embargo, en su momento, este emplazamiento estaba fuera del casco histórico medieval, delimitado por sus impresionantes
murallas.
La razón de esta ubicación se debe a que en el siglo XVI se
prohibieron los enterramientos dentro de la ciudad vieja. Las condiciones
higiénicas en aquellos tiempos de los cementerios intramuros eran pésimas,
causando epidemias y enfermedades.
Por esta razón, en 1518, el emperador Maximiliano I ordenó
que en tiempos de peste los cadáveres deberían ser enterrados fuera de la
ciudad. Las autoridades de Núremberg, siguiendo esas indicaciones, buscaron el
emplazamiento actual.
Otra curiosidad a reseñar es que, debido a la gran cantidad
de rosas que florecen dentro de él, suelen llamarlo ”el cementerio de
las rosas”.
Una de sus características distintivas son los numerosos
epitafios de bronce (sobre tumbas de piedra arenisca) que vamos a
encontrar.
Con un gran valor artístico e histórico, en cierta forma
cuentan la historia de las personas que allí descansan (profesión, poder
económico, fama, gustos,…..).
En el centro del cementerio se encuentra la iglesia de
San Juan (de llamativo color rojo, sobrevivió prácticamente intacta a
los bombardeos de la segunda guerra mundial) y en un extremo oriental
descubrimos la capilla Holzschuher, un edificio de formas redondas atribuido al
arquitecto Hans Beheim el Viejo.
Hay que tener en cuenta que durante mucho tiempo se
consideraba, por razones de status social, que las clases aristocráticas y
acomodadas debías ser enterradas dentro de las iglesias.
Es de todos sabido que existe un turismo (“necrotuismo”)
enfocado a la visita de cementerios, camposantos, necrópolis, criptas, lápidas
o panteones de todo el mundo.
En este sentido, son mundialmente famosos, por citar
algunos, el de La Recoleta (en Buenos Aires), el Père-Lachaise (en Paris, es
uno de los más famosos), el Highgate (en Londres, es una joya de la
arquitectura victoriana), el de Arlington (de carácter militar), el de Colón
(en La Habana) o el de Okunoin (en Wakayama).
En el caso de Núremberg, visitar este cementerio de
San Juan (Johannisfriedhof) es otra forma de conocer esta ciudad; otra
vertiente que, de tener tiempo, hay que explorar ya que indirectamente
nos cuenta mucho sobre el pasado y sobre personajes relevantes en la historia
de esta preciosa capital alemana.
Finalizo indicando que estos párrafos se publicaron en la web del diario español LA RAZÓN el 21 de marzo de 2025.
Conociendo, en Núremberg, el cementerio de San Juan
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