La primera impresión que tuve, tras regresar de esta isla, es la constatación de la multitud de posibilidades y facetas, de la más diversa índole, que ofrece al viajero.
El hecho de que estuviera
habitada desde tiempos remotos, el gran número de restos pétreos arqueológicos existentes
y el aceptable estado de conservación, a pesar del tiempo, justifican que con
fundamentos ciertamente sólidos sea una firme candidata, en este aspecto, a ser
declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la U.N.E.S.C.O.
Conviene recordar un dato
importante: la extensión de la isla no llega los 700 kilómetros cuadrados y,
sin embargo, alberga el tesoro de contar con más de 1.500 yacimientos que nos permiten
conocer algo mejor cómo era la vida y las costumbres de estos habitantes cuyo
principal sustento era una agricultura muy incipiente, la caza y la ganadería.
El dato es suficientemente
elocuente como para que el turista (además de sol, playa y buena gastronomía)
se adentre en esta desconocida -por muchos- vertiente histórica, tremendamente
atrayente y, a la vez, sorprendente. Sin
duda, una seña de identidad de la isla.
Asentamientos cercanos a la costa,
hipogeos funerarios, navetas donde se realizaban inhumaciones, necrópolis,
restos de silos y almacenes, poblados talayóticos, torres de vigilancia, cuevas
artificiales, cuevas naturales con evidencias de su utilización como lugar de
resguardo, taulas, talayots, cimientos pétreos de posibles casas, sepulcros
megalíticos, etc., etc. En definitiva, diversas tipologías constructivas, con
su propia singularidad (al no utilizar argamasa) pueden ser visitadas por el
viajero.
Un verdadero museo al aire libre
que ha soportado estoicamente las inclemencias de la climatología y los
avatares del transcurso de tanto tiempo. Unos testigos mudos de cuantos
acontecimientos históricos han ido sembrando y formando la historia de Menorca
y la forma de ser de los isleños.
Oiremos hablar, mientras
visitamos la isla, de cultura talayótica. El nombre, seguramente desconocido
por la mayoría de nosotros, proviene de un elemento característico de esta
cultura: los talayots (construcciones de piedra seca, en forma de torre, normalmente
cónicas o piramidales).
Poblado talayótico de Cornia Nou,
hipogeo de Torre del Ram, naveta de Biniac oriental, navetas des Tudons, talayotes
de Torelló, de Trepucó y de Torretrencada, necrópolis y cuevas de cala Morell,
poblado de naviformes de Son Mercer de Baix, poblado talayóticos de Son Catlar,
de Montefí, de Sant Agustí, de Torralba d´en Salort, de Torretrencada o de Sa
Torreta, cuevas de Cárritx, taula de Torrellisar, etc., etc. Y así multitud de
ellos.
Quien les escribe, entre otros,
visitó el poblado prehistórico de Talatí de Dalt, cerca de Mahón, del que os
pongo unas fotografías.
Solo queda, por ser de justicia, desear
que la U.N.E.S.C.O. reconozca esa gran densidad y riqueza, sin igual, de
monumentos arqueológicos y esa herencia cultural e histórica, con el mayor de
los galardones: su declaración como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Finalizo diciendo que este reportaje se publicó en la web de la revista española Grada.
Menorca, una isla con una gran riqueza arqueológica. Juan Antonio Narro (grada.es)
Simplemente, como nota culinaria de este reportaje, voy a recomendar un restaurante, situado en Ferreries, que me encantó. Su nombre: Rias Baixas (http://riasbaixasmenorca.es/es/). Os gustará.
Por cierto, no os perdáis su "pastel de queso tierno".
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