A principios de este año, en el mes de febrero, nació un
novedoso y seductor proyecto gastronómico en la ciudad alentejana de Estremoz,
situada a poco más de cincuenta kilómetros de la frontera española de
Caya/Caia.
Esta bodega urbana de autor, llamada Howard´s Folly, brinda
al visitante (dentro de sus instalaciones) este precioso local, cuidadosamente preparado,
que avanza con pasos firmes para posicionarse como una referencia en la zona.
Buena gastronomía y emplatados con aires contemporáneos a precios razonables.
Creatividad e innovación en una atmósfera muy acogedora que rompe con el tradicional cliché que, en ocasiones, se tiene de los restaurantes de esta región. Alentejo es tradición e historia en su gastronomía, pero también salpicadas dosis de modernidad, como en el caso que les describo. Un prometedor futuro que no olvida su glorioso pasado.
Creatividad e innovación en una atmósfera muy acogedora que rompe con el tradicional cliché que, en ocasiones, se tiene de los restaurantes de esta región. Alentejo es tradición e historia en su gastronomía, pero también salpicadas dosis de modernidad, como en el caso que les describo. Un prometedor futuro que no olvida su glorioso pasado.
Digamos que este coqueto local, cuyo diseño fue encargado a
la prestigiosa empresa ArkStudio, logra cautivar al comensal en todos los
sentidos. Este bonito conjunto
(arquitectónico y decorativo), con un patio interior que da luminosidad a este
espacio, conforma, junto a muestras de artesanía de la zona y algunas obras de arte,
un incomparable marco que nos prepara para lo que va a ser una velada
fantástica.
Un maravilloso
escenario donde se mezclan diferentes ambientes para convertir momentos únicos
en inolvidables. Las posibilidades son
variadas. Puedes ir, por ejemplo, a comer o a dejarte sorprender con algunos de
los cócteles que allí preparan. Dos sugerentes opciones, en mi opinión, total y
recomendablemente compatibles.
Las sensaciones, tras conocer el trabajo de estas cocinas,
son francamente positivas. La extraordinaria calidad de la materia prima y el
magnífico trabajo del chef Hugo Bernardo y su equipo se articulan a través de un
buen servicio, una presentación muy cuidada de los platos, unos atinados
tiempos entre plato y plato, un espacioso local y una sugerente oferta
gastronómica. Todo esto, obviamente, unido a la gran calidad de vinos que esta
bodega. Vinos procedentes de algunas de las “castas” más emblemáticas del país
vecino.
Permítanme que les escriba algunas de estas elaboraciones: “croquetes de alheira com maionese de manjericâo”,
“peito de pato com puré de beterraba”, “ceviche de robalo”, “camarâo Kataifi”,
“arroz preto de lagostins” o “lulinhas crocantes con maionese de alho”.
No quiero dejar en el olvido que el arte está presente en
cada poro de la piel de esta bodega. Ejemplos los hay por doquier.
Les relato dos:
un gigantesco mural grafiti en el interior de la bodega y unos curiosos marcos
que decoran algunas paredes ideados por la mente de un prestigioso artista.
“Reinvención” podría ser una palabra perfectamente
aglutinadora de lo que nos vamos a encontrar. Reinvención en una doble
vertiente.
Por un lado, arquitectónicamente, al dotarle de una nueva vida a
este edificio (que desde fuera tiene aires de fortaleza) como espacio donde se
elaboran, reposan y maduran sensacionales vinos.
Por otro lado, en la cocina. Es la que nos brinda
su chef jefe, quien, con su trabajo, trata de actualizar y adaptar a nuestros días
algunos conceptos de la gastronomía alentejana.
Elemento esencial de todo este “recorrido enoturístico” es, sin duda, la bodega, la única urbana de Estremoz. Una decidida apuesta de sus propietarios, buenos conocedores de este mundo vitivinícola, por la calidad de sus vinos (tintos, rosados y blancos). Calidad como sello de identidad, como marca de la “adega” más allá de producciones no muy grandes.
Los que conocemos esta apasionante región portuguesa, no creo que tengan vacilaciones en coincidir con lo que les escribo. Estremoz se ha convertido en un emblema culinario y un polo de atracción por este motivo de primer orden. Una localidad con tanta historia que enseñar al turista a través de sus monumentos y edificios, consolida aún más su vertiente gastronómica (ciertamente sólida y boyante) con el nacimiento de este proyecto enogastronómico urbano al que le auguro el mejor de mis deseos.
Elemento esencial de todo este “recorrido enoturístico” es, sin duda, la bodega, la única urbana de Estremoz. Una decidida apuesta de sus propietarios, buenos conocedores de este mundo vitivinícola, por la calidad de sus vinos (tintos, rosados y blancos). Calidad como sello de identidad, como marca de la “adega” más allá de producciones no muy grandes.
Los que conocemos esta apasionante región portuguesa, no creo que tengan vacilaciones en coincidir con lo que les escribo. Estremoz se ha convertido en un emblema culinario y un polo de atracción por este motivo de primer orden. Una localidad con tanta historia que enseñar al turista a través de sus monumentos y edificios, consolida aún más su vertiente gastronómica (ciertamente sólida y boyante) con el nacimiento de este proyecto enogastronómico urbano al que le auguro el mejor de mis deseos.
Indicar, finalmente, que en el programa "Lusitania Express" de Canal Extremadura Radio, hablamos de este restaurante en octubre de 2020. Os dejo el enlace:
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