Debo entonar un cierto "Mea Culpa" cuando
me refiero al Castillo del Buen Amor. Te lo explico. Viví, mientras estudiaba la
carrera, cinco años en Salamanca. Había oído hablar de este castillo en muchas
ocasiones y, sin embargo, a pesar de su evidente cercanía -poco más de veinte kilómetros-,
nunca lo visité.
Era mediados de febrero 2014. Iba camino de
Zamora. No podía, pues, dejar pasar la oportunidad. Éste fue el año definitivo;
cuando tuve la suerte de conocer ese impresionante edifico medieval, rico en curiosidades
y anécdotas.
Castillo, casa, palacio, hotel.... Una
majestuosa y noble construcción que adquiere carácter de singular.
Construido como fortaleza militar, las
primeras informaciones sobre él datan del año 1227.
¡Quién podría imaginar que
lo que se erigió como defensa y baluarte iba a estar relacionado, en el
imaginario general, con el amor!.
Tiene mucho sentido cuando a uno le explican
las historias de cariños, amantes y pasiones que han ido sucediéndose durante siglos
entre estos muros. Especialmente, por los Fonseca, muchos de los cuales tenían cargos
de gran relevancia e influencia en la jerarquía eclesiástica en sus tiempos. El
nombre con el que la leyenda popular bautizó al castillo, "del Buen
Amor" , a pesar de ser también conocido como castillo de Villanueva de
Cañedo o Castillo de Fonseca, resulta ciertamente apropiado con el pasado de
estas estancias.
Llegué de noche. Mucho mejor. La cuidada iluminación
nocturna, con grandes focos orientados a las murallas, hace que desde lejos, a
pesar de no estar erigido sobre ninguna loma, se aprecie perfectamente su
grandiosidad.
Paro unos minutos el coche a un lado del camino para verlo con
tranquilidad. Mientras, cámara en mano, hago algunas fotografías. Es imposible
resistirse a esta tentación cuando te gusta inmortalizar casi todo.
Tras registrarme -han pasado las nueve de la
noche- voy a mi habitación para descansar un poco. Una ducha rápida y listo. Han
sido muchos kilómetros conduciendo desde la ciudad donde vivo. Aún así, no
puedo dejar de echar una lenta ojeada a cada rincón de mi habitación.
Una espectacular
bóveda, que miro una y otra vez, custodiará mis sueños hasta el amanecer. Increíble.
Muros de varios metros de grosor me rodean. Menudo privilegio.
El restaurante es una maravilla. Se encuentra
en lo que eran las antiguas caballerizas. La cena, formidable. Soy muy goloso, lo reconozco. Finalizo pues la cena con un postre. Me aconsejan uno que llaman "Dama Blanca". No te adelanto
nada. Simplemente, te lo aconsejo.
Es, al día siguiente, cuando empiezo a
recorrer realmente el castillo. Espectaculares chimeneas, increíbles artesonados,
un soberbio patio de armas gótico-renacentista, tres torreones, una gran torre
del homenaje, salones, escalinatas, fusión de estilos arquitectónicos, cuidada
decoración, azulejería, relieves, jardines, esculturas, un gran foso de quince
metros de ancho, piscina, un puente de entrada flanqueado por dos impertérritos
leones de piedra que nos dan la bienvenida, biblioteca, viñedos colindantes, cuadros,
frescos, miradores, ventanales, antigüedades, escudos, pasillos y pasadizos,
ambiente acogedor, gastronomía castellana,....
Un aura de misterio, de
romanticismo y de historia empapa todas sus estancias. En definitiva, una
experiencia inolvidable. Por ello, no es extrañar que en 1931 fuera declarado
Monumento Histórico Artístico.
Cada habitación es única y diferente. No hay
ninguna igual a otra. Natural, si tenemos en cuenta que este castillo/palacio
se transformó en hotel respetando su estilo arquitectónico y su distribución original.
No es raro descubrir que algunas
tienen pasadizos, techumbres en arco, techos rústicos de maderas, vigas a plena
vista, dobles alturas, ventanas de arco o cúpulas de piedra. Toda esta variedad
no hace más que resaltar su valía para el viajero.
Los nombres de las habitaciones son acordes
con el lugar: gran suite Fonseca, suite castellana, suite paso de guardia, gran
suite feudal, suite torreón o suite
medieval. En total , 41 habitaciones de lujo.
Cualquier detalle se cuida.
Se aprecia un mimo por preservar, en lo posible, tanto el edifico como su
atmósfera. Contenido y continente de la mano.
Pernoctar entre muros centenarios no
significa renunciar a las "lujos" del presente. Sistema independiente
de calefacción, duchas con suelo de pizarra, Internet, TV de gran tamaño, aire
acondicionado, caja de seguridad, minibar, zona de escritorio. Todo está
pensado para la comodidad del cliente.
Así pues, aprovechando antiguas
estancias del castillo se han habilitado estas habitaciones
"medievales" con los adelantos del siglo XXI. Y es que el nivel de
conservación del castillo es extraordinario. Mucho tiene que ver en ello sus
actuales propietarios, la familia Fernández de Trocóniz, que la adquirieron en
1958.
Decir que es un privilegio pasar por este
hotel puede sonar a frase manida; a expresión trillada. Créeme cuando lo
escribo.
Resulta, en verdad, inolvidable experimentar la sensación de dormir en
estas habitaciones, en dejar volar la imaginación en un lugar tan especial.
Pasado y presente; historia y actualidad. Palabras que, dentro de estos muros,
no parecen tan contradictorias.
El potencial turístico y las posibilidades
que ofrece el hotel sobrepasan las fronteras de este foso. En este sentido, están
previstas multitud de actividades, como visitas a ganadería de toros bravos en
pleno campo charro, a secaderos de jamones, a viñedos, a bodegas o a las a las ciudades de Zamora y Salamanca.
También se pueden hacer catas comentadas de vino, recorridos en coches de época,
paseos a caballo, capeas para grupos, paint ball, vuelos en globo o, incluso,
deportes de aventura.
No dejes que te lo cuenten. Es perfecto para
relajarse, para aparcar por unos días las preocupaciones, para desconectar. Hay que experimentarlo en
primera persona. Un espacio único, romántico, diferente y muy recomendable.
Leyendo opiniones en la red sobre este
alojamiento me gustó una frase que creo engloba cuanto trato de expresar:
"un viaje al medievo desde el confort".
Web: www.buenamor.net
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