jueves, 20 de marzo de 2014

Castillo del Buen Amor, la singularidad de unas habitaciones únicas


           
    Debo entonar un cierto "Mea Culpa" cuando me refiero al Castillo del Buen Amor. Te lo explico. Viví, mientras estudiaba la carrera, cinco años en Salamanca. Había oído hablar de este castillo en muchas ocasiones y, sin embargo, a pesar de su evidente cercanía -poco más de veinte kilómetros-, nunca lo visité.
            
    Era mediados de febrero 2014. Iba camino de Zamora. No podía, pues, dejar pasar la oportunidad. Éste fue el año definitivo; cuando tuve la suerte de conocer ese impresionante edifico medieval, rico en curiosidades y anécdotas.



          
    Castillo, casa, palacio, hotel.... Una majestuosa y noble construcción que adquiere carácter de singular.

 


              
    Construido como fortaleza militar, las primeras informaciones sobre él datan del año 1227.

    ¡Quién podría imaginar que lo que se erigió como defensa y baluarte iba a estar relacionado, en el imaginario general, con el amor!. 

    Tiene mucho sentido cuando a uno le explican las historias de cariños, amantes y pasiones que han ido sucediéndose durante siglos entre estos muros. Especialmente, por los Fonseca, muchos de los cuales tenían cargos de gran relevancia e influencia en la jerarquía eclesiástica en sus tiempos. El nombre con el que la leyenda popular bautizó al castillo, "del Buen Amor" , a pesar de ser también conocido como castillo de Villanueva de Cañedo o Castillo de Fonseca, resulta ciertamente apropiado con el pasado de estas estancias.

 

            
    Llegué de noche. Mucho mejor. La cuidada iluminación nocturna, con grandes focos orientados a las murallas, hace que desde lejos, a pesar de no estar erigido sobre ninguna loma, se aprecie perfectamente su grandiosidad. 

    Paro unos minutos el coche a un lado del camino para verlo con tranquilidad. Mientras, cámara en mano, hago algunas fotografías. Es imposible resistirse a esta tentación cuando te gusta inmortalizar casi todo.
             
    Tras registrarme -han pasado las nueve de la noche- voy a mi habitación para descansar un poco. Una ducha rápida y listo. Han sido muchos kilómetros conduciendo desde la ciudad donde vivo. Aún así, no puedo dejar de echar una lenta ojeada a cada rincón de mi habitación.

    Una espectacular bóveda, que miro una y otra vez, custodiará mis sueños hasta el amanecer. Increíble. Muros de varios metros de grosor me rodean. Menudo privilegio.



              
    El restaurante es una maravilla. Se encuentra en lo que eran las antiguas caballerizas. La cena, formidable. Soy muy goloso, lo reconozco. Finalizo pues la cena con un postre. Me aconsejan uno que  llaman "Dama Blanca". No te adelanto nada. Simplemente, te lo aconsejo.

 

            
    Es, al día siguiente, cuando empiezo a recorrer realmente el castillo. Espectaculares chimeneas, increíbles artesonados, un soberbio patio de armas gótico-renacentista, tres torreones, una gran torre del homenaje, salones, escalinatas, fusión de estilos arquitectónicos, cuidada decoración, azulejería, relieves, jardines, esculturas, un gran foso de quince metros de ancho, piscina, un puente de entrada flanqueado por dos impertérritos leones de piedra que nos dan la bienvenida, biblioteca, viñedos colindantes, cuadros, frescos, miradores, ventanales, antigüedades, escudos, pasillos y pasadizos, ambiente acogedor, gastronomía castellana,.... 

    Un aura de misterio, de romanticismo y de historia empapa todas sus estancias. En definitiva, una experiencia inolvidable. Por ello, no es extrañar que en 1931 fuera declarado Monumento Histórico Artístico.
 


             
    Cada habitación es única y diferente. No hay ninguna igual a otra. Natural, si tenemos en cuenta que este castillo/palacio se transformó en hotel respetando su estilo arquitectónico y su distribución original. 

    No es raro descubrir que algunas tienen pasadizos, techumbres en arco, techos rústicos de maderas, vigas a plena vista, dobles alturas, ventanas de arco o cúpulas de piedra. Toda esta variedad no hace más que resaltar su valía para el viajero. 

 

           
    Los nombres de las habitaciones son acordes con el lugar: gran suite Fonseca, suite castellana, suite paso de guardia, gran suite feudal,  suite torreón o suite medieval. En total , 41 habitaciones de lujo. 

    Cualquier detalle se cuida. Se aprecia un mimo por preservar, en lo posible, tanto el edifico como su atmósfera. Contenido y continente de la mano.

 

           
    Pernoctar entre muros centenarios no significa renunciar a las "lujos" del presente. Sistema independiente de calefacción, duchas con suelo de pizarra, Internet, TV de gran tamaño, aire acondicionado, caja de seguridad, minibar, zona de escritorio. Todo está pensado para la comodidad del cliente.

 

           
    Así pues, aprovechando antiguas estancias del castillo se han habilitado estas habitaciones "medievales" con los adelantos del siglo XXI. Y es que el nivel de conservación del castillo es extraordinario. Mucho tiene que ver en ello sus actuales propietarios, la familia Fernández de Trocóniz, que la adquirieron en 1958.

 


              
    Decir que es un privilegio pasar por este hotel puede sonar a frase manida; a expresión trillada. Créeme cuando lo escribo. 

    Resulta, en verdad, inolvidable experimentar la sensación de dormir en estas habitaciones, en dejar volar la imaginación en un lugar tan especial. Pasado y presente; historia y actualidad. Palabras que, dentro de estos muros, no parecen tan contradictorias

 

               
    El potencial turístico y las posibilidades que ofrece el hotel sobrepasan las fronteras de este foso. En este sentido, están previstas multitud de actividades, como visitas a ganadería de toros bravos en pleno campo charro, a secaderos de jamones, a viñedos, a bodegas o a las a las ciudades de Zamora y Salamanca. También se pueden hacer catas comentadas de vino, recorridos en coches de época, paseos a caballo, capeas para grupos, paint ball, vuelos en globo o, incluso, deportes de aventura.
             
    No dejes que te lo cuenten. Es perfecto para relajarse, para aparcar por unos días las preocupaciones, para desconectar. Hay que experimentarlo en primera persona. Un espacio único, romántico, diferente y muy recomendable.

    Leyendo opiniones en la red sobre este alojamiento me gustó una frase que creo engloba cuanto trato de expresar: "un viaje al medievo desde el confort".

 



     
    Web: www.buenamor.net 


 

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