Ya sé que lo he dicho y escrito en numerosas
ocasiones. Aún así, no me canso de repetirlo. ¡Cuántas ideas preconcebidas
tenemos que se resquebrajan, poco a poco, cuando viajamos!. Esa pesada
mochila cultural que nos acompaña allá donde vayamos se topa muchas veces con
el mayor de sus contrincantes: otra realidad. Tan verdadera como la nuestra.
Karni
Mata es un claro ejemplo de ello. Conocido como el templo de las ratas, en mi
opinión, para la mentalidad de un occidental, va más allá de la mera curiosidad
viajera.
Hay
muchos lugares singulares en el planeta donde se adoran otros animales
(vacas, serpientes, monos, tigres, leones, elefantes, etc.). Desde el origen de la
Humanidad numerosas culturas han honrado a sus deidades dotándolas de una forma
animal. Sin embargo, lo normal es que esos animales tuvieran una capacidad de
atracción por sí mismos. Alguna cualidad o atributo (la fuerza, el vigor, la
valentía, la velocidad...) les hacía merecedores de tal admiración.
Por
esta razón, resulta curioso que la rata, normalmente asociada a
plagas, males y pestes, sea objeto de veneración.
La
visita al templo ha de hacerse descalzo. Esto es común a todos los templos hinduistas como muestra de respeto. Dejaremos los zapatos en unas repisas de madera preparadas para la ocasión. No tengas miedo, nadie se los llevará.
Tampoco debe extrañarnos hacer cola para
entrar. Se ha convertido en parte de los itinerarios turísticos del Rajasthán.
Por ello, junto a los fieles que se acercan, son numerosos los turistas que,
cámara en mano, se atreven a entrar. También hay que decir que otros prefieren esperar en el autobús.
Una
vez en el interior veremos pulular libremente cientos de ratas, de las miles que habitan en el templo,
a nuestro alrededor. La primera impresión es algo fuerte pero rápidamente uno se
acostumbra a la novedosa situación.
El templo no es de grandes dimensiones y el recorrido suele ser corto. Apenas media hora es suficiente para hacernos una idea.
En
determinados puntos estratégicos hay unos recipientes con comida, agua y leche.
Es en estos lugares donde lógicamente la aglomeración de roedores es mayor. Parece una
fotografía obligada la de decenas de ratas bebiendo leche. Hay que decir que
están totalmente habituadas a deambular entre los pies de los viandantes. Al
encontrase bien alimentadas, no hay problemas de que te muerdan. Al menos, eso me aseguraban los guías.
El suelo, aunque se limpia con regularidad, está lleno de
orines y excrementos de estos roedores. Los tenemos que pisar. No hay otra opción. Por ello, me
resultó especialmente llamativo ver cómo algunas madres dejan a sus hijos pequeños
en el suelo cerca de las ratas con una naturalidad sobrecogedora.
Obviamente,
los roedores viven allí generación tras generación por la facilidad de obtener
comida sin tener que realizar esfuerzo alguno. La rata es el centro de todo y todo gira a su alrededor. Por ejemplo,
para que te hagas una idea, entre las diferentes estancias del
templo hay unos orificios por donde se cuelan, de manera que pasan de una habitación otra a su antojo y libremente, sin obstáculo alguno. Incluso algunos patios están protegidos para evitar la entrada de aves y gatos.
Dicen
que si ves una rata de color blanco es signo de buena suerte. Al parecer, creen que son reencarnaciones de la mismísima
Karni Mata. Son muy pocas y es difícil verlas. Nosotros, ese día, no encontramos ninguna.
Por
cierto, como suele ocurrir en los lugares masificados de culto (en todas las religiones) a la salida hay
multitud de tiendas de comida, recuerdos y regalos. La maquinaria de los negocios no entiende de espacios sagrados ni credos.
Lo
cierto es que, al menos eso nos dijeron, durante tantos siglos han estado en este
lugar miles de ratas sin que se tenga conocimiento de plagas o epidemias
debidas a ellas.
Ha sido una experiencia diferente en mi periplo por el Rajasthán. Durante estos días que he estado recorriendo el norte de la India he podido montar en camello, conocer este templo del que tanto había oído hablar a otros viajeros, acercarme a la ciudad de Jaipur o descubrir la belleza de un desierto (el de Rajasthán) rico en tonalidades, colores y matices.
La India impacta desde el principio. De veras, nada más salir del aeropuerto el corazón del viajero parece palpitar a un ritmo distinto que denota la alegría de estar en este inmenso país.
Si eres amante de los viajes no te puedes perder esta parte del mundo. Ya sé que te van a contar de todo. No les quito la razón ni los argumentos a quienes hablan con fundamentos de un viaje de estas características si realmente han estado allí. Para gustos, los colores.
Mi único consejo es que te atrevas a visitarla. Es la única manera de tener tu propio criterio. Las posibilidades de que repitas son muchas.
Una cosa es clara. No deja indiferente a nadie.
Os dejo un video muy ilustrativo del templo realizado por el programa "Panorama" de Panamérica Televisión.
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