lunes, 5 de agosto de 2013

Un fin de semana por el Douro.

 
Dos días únicos e irrepetibles por uno de los parajes más bonitos de la península ibérica. Así resumiría el crucero que recientemente realicé por las aguas del “Douro”, al norte de Portugal. 
De la mano de la empresa Douro Azul (www.douroazul.pt), en su barco Douro Queen, pude disfrutar de los encantos que ofrece esta “autopista fluvial”.           
El puerto de embarque se encuentra en Vila Nova de Gaia, una localidad famosa por sus bodegas, situada frente a la ciudad de Oporto
El Douro, kilómetros antes de llegar al océano Atlántico, separa y une ambas localidades. Sea con anterioridad o después del crucero, es conveniente dedicarles algunos días. Ambos municipios atesoran, como es sabido, sobrados motivos para que no pasen desapercibidos en la retina del viajero.



    
    Aunque, en principio, pudiéramos pensar que es poco tiempo, dos días dan bastante de sí. Este crucero fluvial se transforma en un incesante descubrimiento. No vale con lo que te han contado o has leído. “En persona”, el Douro gana mucho.
               
     El bullicio de los restaurantes apostados en sus orillas en Oporto, el constante tráfico de barcos de todo tipo y tamaño, la belleza de esa sucesión de puentes bajo los que pasamos y la grandiosidad de casonas, palacetes y bodegas rivalizan en espectacularidad con la agradable soledad de un río encajonado entre riscos y  montañas, que son el claro ejemplo del esplendor de la naturaleza por estos lares.

    La secular utilización del Douro como vía de comunicación está presente durante toda la travesía. El hombre se sirvió de esta calzada de agua transportando sus productos hasta ciudades mayores para ser vendidos en el resto de Portugal o exportados. Un precioso cauce que se encuentra acompañado durante muchos kilómetros por esa interminable sucesión de andenes repletos de viñas que parecen peinar y colorear con un intenso verde las montañas ribereñas. Una muestra de ese idilio, que parece imperecedero, entre el hombre y la naturaleza por estas tierras.






    
Otra curiosidad del viaje es conocer el eficiente sistema de esclusas. A lo largo del territorio portugués las aguas del Douro se embalsan gracias a la construcción de cinco “barragens”. La diferencia de altura del agua obligó a erigir estas esclusas. Naturalmente, como no podía ser de otra forma, se han convertido en un reclamo turístico. Es una bonita experiencia. Todos los pasajeros suben a cubierta para ver y fotografiar esos instantes.   
En nuestro trayecto conoceremos dos, las de Crestuma-Lever y Carrapeto. Esta última eleva el barco por encima de los treinta metros convirtiéndose en una de las más altas y espectaculares de Europa.          
Tras pasarlas, pusimos rumbo a la ciudad de Régua, donde atracamos para pasar la noche. Hay tiempo libre para conocer esta localidad tan unida al vino y al río. Algunos prefieren seguir disfrutando de la piscina y tomar el sol. Otros, por el contrario, decidimos conocerla, pasearla y, si es posible, comprar algún regalo. El Douro y Régua parecen estar atados por nudos eternos. Un romance que parece no tener fin. Todo recuerda al río: casa del Douro, museo del Douro, farmacia Douro, "pastelaria" Douro, bazar Douro, "churrasqueira" Douro, hotel Douro, etc., etc.

  


             
    Durante todo el trayecto aflora una agradable sensación de ser partícipe de tanta belleza, “de poder coger con las manos” cuanto nos rodea. Sin lugar a dudas, una experiencia única y muy reconfortante.
              
    Todo lo ello acompañado por la calidad de los servicios prestados en el barco, la calidez de la tripulación y una constante animación para quien desee retornar a la cama a horas tardías.

 

 
             
    No quiero dejar de mencionar que todo este gran pastel de descubrimientos incluye dos maravillas adicionales, en este caso arquitectónicas. Por un lado, la posibilidad de conocer la casa/palacio Mateus y, por otro, cenar en el Convento de Alpendurada, antiguo convento benedictino reconvertido en hotel, donde, a pesar de la tranquilidad que se respira, da la sensación de que esos muros centenarios hablaran de la historia de este lugar.



 
              
    Por cierto, la estampa de ese tráfico de cruceros, yates y embarcaciones que vamos a encontrar se enriquece visualmente, especialmente cuando nos acercamos a Oporto, con los populares "rabelos”, embarcaciones que antaño transportaban toneles repletos de vino hasta la desembocadura, ahora reservadas en labores turísticas.

 

              
    Debo reconocer que me ha cautivado esta zona de Portugal. No la conocía. Espero, en un futuro próximo, navegar por las aguas que aún me quedan, las que comunican Régua con la frontera española.

 



Datos útiles:

Webs recomendadas:

Un hotel: Si haces noche en Oporto, te recomiendo el Hotel Teatro. Un céntrico y original alojamiento tematizado en el arte de los escenarios (www.hotelteatro.pt).

Una comida: No dejes de probar en esta ciudad una francesinha. Te gustará.


 
 
 

 








1 comentario:

  1. Porto es una de las ciudades más lindas que he visitado. Es un lugar encantador. La gente es muy amable y sencilla. Obviamente tomé vino!!

    Estuve viajando por Europa durante 5 meses (4 en solitario). Es una experiencia única que quiero compartir. Les dejo el blog por si les interesa: http://elchuecodeviaje.wordpress.com

    Abrazo!

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