jueves, 9 de mayo de 2013

Comiendo pupusas en El Salvador


     
 Vamos a pensar, por unos instantes, que tenemos que asociar determinadas imágenes a un país. Es un juego sencillo y seguramente casi todos coincidiremos. Si escribo Reino Unido, rápidamente pensamos en el Big Ben. Si digo Francia, en la Torre Eiffel. Si es Italia, en la torre de Pisa. Si menciono Argentina, en el Tango. Si me refiero a la República Dominicana, en sus playas. Si digo China, en la Gran Muralla. Y así un sinfín de posibilidades. 

    Pues bien, ¿en qué piensas si te menciono El Salvador?. Creo que está claro: en las pupusas. Sin duda alguna, el gran embajador gastronómico de este país centroamericano. 
          
  Recientemente estuve visitándolo y naturalmente no pude resistir la tentación de probarlas. Apenas unas horas pasaron desde mi aterrizaje y ya tenía una pupusa entre mis manos.
            
    Esta tortilla de maíz tiene la virtud de traspasar las fronteras salvadoreñas. Las veremos en todo Centroamérica, pero las originales, las genuinas, son de aquí.




         
    Dicen que el secreto se basa en tres elementos:  estar hechas en fuego de leña, sobre un comal de barro (recipiente de orígenes prehispánicos usado con plancha para cocinar) y, obviamente, buenos ingredientes.
       
  Después, lógicamente, a cada uno de gustan de un forma. Particularmente las prefiero rellenas: de queso, chicharrones o pasta de frijoles. Normalmente en los restaurantes tienes botes de salsa de tomate caliente para quien las prefiera más jugosas. En la variedad está el gusto.
       
  Ir a cenar a una pupusería es un acto social en este país. Los fines de semana están llenas. No debe extrañarnos tener que esperar para encontrar una mesa libre. 





  A una pupusería se va con los amigos, con la familia, con la novia o el novio. Es, definitivamente, un lugar de socialización de jóvenes y mayores. 
         
    Aunque son muy parecidas en todo El Salvador, como suele decirse, cada maestrillo tiene su librillo. Por ejemplo, en Izalco suelen ser mas pequeñas. Es la costumbre ancestral. En San Salvador, por el contrario, son de mayor tamaño. Eso es lo que me explicaron. 
          
    La pupusa en barata y muy popular. Está en torno a los 60 céntimos de dólar. Es contundente y un gran aporte de vitaminas y calorías.



                
    Me resultó curioso el nombre de "pupusodromo". Nunca lo había oído. Con esta palabra se define a una aglomeración de pupuserías sucediéndose en una calle o una plaza.
             
    Ah, se me olvidaba, la pupusa se toma caliente, recién hecha. Es como se aprecia en su totalidad.




                    
    
    Por cierto, se come con las manos. Nada de cuchillo y tenedor.



             
    Te pongo el nombre de algunas zonas famosas por sus pupusas. En San Salvador, los planes de Renderos, y en el municipio de Antiguo Cuscatlán, los alrededores de la plaza central
              
    Una última curiosidad. En todas las mesas de las pupuserías verás un bote lleno de lo que allí llaman "curtidos". Se trata de pequeños trozos de col, repollo y zanahoria, normalmente cocidos y conservados en vinagre. Para los amantes de los sabores fuertes y el picante te digo que en alguna ocasión he visto también chiles dentro. Es muy común acompañar las pupusas con estos curtidos. Te gustarán.
        
    Aunque hoy te estoy escribiendo sobre esta "joya gastronómica salvadoreña" no debemos olvidar que nos encontramos en un país fascinante que guarda incontables tesoros dispuestos a ser descubiertos por el viajero. Sitios arqueológicos, piscinas naturales, mercados artesanales, playas, inmejorables olas para practicar el surf, volcanes, lagos, etc., etc. Todo ellos con un aliciente adicional: aquí no encontrarás concentraciones de turistas excesivas y podrás disfrutar de sus encantos con la tranquilidad y el sosiego que El Salvador merece.
           
    No dejes en saco roto esta frase que te escribo: ¡Si eres de los que disfrutas viajando a nuevos destinos, atrévete a conocer El Salvador!.





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