viernes, 3 de octubre de 2025

Peñafiel, un castillo para el recuerdo

   Han sido muchas horas de coche, pero, por fin, estoy en la localidad vallisoletana de Peñafiel. Lo primero, acercarme al hotel para dejar las maletas y asearme un poco.   

    Se trata de un precioso cuatro estrellas situado en lo que antaño fuera, en el XVII, un antiguo convento de monjas clarisas. Uno de esos alojamientos con encanto que atesora argumentos de sobra para ser recomendado.



    No puedo evitar dar un paseo por estos muros con tanta historia, especialmente por lo que fuera su antiguo claustro. Me gusta sentir el pasado de estas centenarias paredes e imaginar la cantidad de historias que, entre celdas, comedores, capillas, pasillos, huertos y oratorios, se han ido sucediendo a lo largo de los siglos.



    En mi recorrido, cuando accedo a una gran terraza exterior, descubro frente a mí la imponente imagen de uno de los castillos más bonitos de España.



    Erigido sobre un estrecho cerro, estratégicamente situado, es sin duda una de las fortalezas medievales más espectaculares que el viajero pueda encontrar por estas tierras castellanas. Lógico que fuera declarado Monumento Nacional.  



    Imposible no hacerse una fotografía con un fondo tan especial. Una instantánea de las que se recuerdan por mucho tiempo.




    El paso siguiente era casi obligado. Tenía que conocerlo. Como contaba con tiempo, nada mejor que coger el coche y subir por una empinada y serpenteante carretera hasta lo más alto.



    Impresiona, además de las panorámicas únicas que regala al dominar desde esta altura la confluencia entre los ríos Duero y Duratón, estar allí y pensar en la valiosa ubicación de esta fortificación que durante mucho tiempo vigilaba estos territorios fronterizos entre reinos cristianos y musulmanes.



    Sorprende también su estilizado diseño. Con más de doscientos metros de largo y apenas veinte de ancho, sus dimensiones y forma alargada están motivadas por la orografía del cerro sobre el que se erige.



    En la actualidad, y tras una magnífica restauración, alberga en Museo Provincial del vino. Detalle nada insignificante al fusionarse en un enclave tan singular la historia y leyenda de un castillo sin igual con la gran tradición vitivinícola de una tierra donde se elaboran algunos de los vinos más afamados del mundo.



    Por cierto, hablando de esta localidad castellana, siempre es bueno recordar las palabras, haciendo caso a la tradición, que pronunció el conde Sancho García, tras conquistar la ciudad en el año 1013, mientras clavada su lanza en lo más alto de este promontorio rocoso: “desde hoy en adelante, esta será la Peña Fiel de Castilla”.



Consejos

    Estamos en tierras de la Denominación de Origen “Ribera del Duero”. Casi obligado visitar alguna de sus bodegas para catar y disfrutar sus excepcionales vinos.



    Mi consejo es acercarse a “Cepa21” (www.cepa21.com) y, de paso, comer en su magnífico restaurante.



    Dirigido por el chef palentino Alberto Soto (galardonado en el 2014 como mejor cocinero de Castilla y León) este pequeño templo del buen comer, recomendado por la Guía Michelin y con un Sol Repsol a sus espaldas, es un viaje gastronómico de primera aderezado con los vinos de esta prestigiosa bodega que cuenta con el inimitable sello de calidad de la maestría, experiencia y conocimientos de José Moro, uno de los grandes bodegueros de este país.














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