Hacemos las maletas y nos vamos a Setúbal. Estamos a poco más de media hora en coche de Lisboa, junto a la desembocadura del río Sado. Aquí, en un paraje natural único, se encuentra una de las bahías más bellas del mundo.
Una localidad costera de gratos recuerdos que conozco desde pequeño cuando, durante algunos años, pasaba las vacaciones veraniegas en esta idílica parte de Portugal.
La Serra da Arrábida, Sesimbra, Azeitão o la península de Troia eran excursiones obligadas de aquellos añorados años que siempre recomiendo.
De aquellas “lembranças” hay una que perdura y no dejo de “alimentar” cada vez que vuelvo. Me refiero a comer en alguno de sus muchos restaurantes un “choco frito” al estilo setubalense.
Este plato sobresale (por su fama y notoriedad) sobre el resto de la multitud de viandas que el viajero puede degustar en esta localidad, especialmente los procedentes del océano. Un verdadero emblema e icono culinario de Setúbal.
Se trata de una sepia, muy abundante en estas aguas, cortada en tiras ligeramente grandes que posteriormente son rebozadas.
Esta elaboración, que no plantea especiales dificultades en su receta, suele acompañarse de unas patatas fritas, limón y una buena mayonesa casera.
El secreto parece claro: un buen producto y un rebozado que no enmascare el sabor de la sepia y sea, a la vez, ligero y crujiente.
Respecto al rebozado, recordando el refrán español de “cada maestrillo tiene su librillo”, lo cierto es que cada restaurante tiene su propia fórmula. He oído a algunas personas que ayuda un suave toque de cerveza, otros me dicen que un poco de manteca de cerdo en el aceite, …. Lo cierto, sea cual sea la forma de prepararlo, es que es también uno de mis platos preferidos.
Tal es su importancia que resulta complicado encontrar un restaurante que no lo tenga en su carta. Y es que el choco es el indiscutible rey de la mesa setubalense.
Cierto es que la variedad de posibilidades –las vemos también en muchas cartas de restaurantes- en la que puede prepararse es casi infinita (a la brasa, en su tinta, con arroz, en bocadillo, …), pero esta versión, pasado por una sartén en aceite muy caliente, es la más popular y querida por habitantes y foráneos.
Estamos, pues, ante la especialidad local más famosa. Se puede afirmar, sin ápice de error, que nos encontramos en la meca del choco frito en Portugal y, como muestra de ello, es el homenaje escultórico, situado en la zona que da acceso a las playas de Arrábida, que se erigió a este animal y a esta elaboración. Conocido como “choco na frigideira”, representa a una sepia que parece huir de la sartén conocedora del inminente futuro que le espera.
Un simple paseo por el puerto nos permite corroborar, por citar alguna zona de la ciudad, cuanto escribo: una ininterrumpida sucesión de magníficos restaurantes donde poder comerlo a precios muy asequibles. Y es que ésta es otra de sus ventajas: es un plato relativamente barato.
Finalizo, por ser de justicia, recordando que el choco frito es mucho más que una simple receta, por sencilla que sea. Es parte de la cultura gastronómica de Setúbal.
Está tan enraizado en su imaginario culinario como unas migas en el Alentejo, un leitâo en Bairrada o una cataplana de pescado en el Algarve. Todos ellos, verdaderos embajadores de sus territorios y reclamos de primer nivel.
Así pues, lo dicho. Deben probarlo y disfrutarlo.
Finalizo indicando que estos párrafos fueron publicados en el diario español LA RAZÓN el 8 de enero de 2024.
https://www.larazon.es/gastronomia/choco-frito-setubal_202401086597bf32872b82000114fc0d.html
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