En la céntrica y bulliciosa
rua dos Bacalhoeiros, número 103, de
Lisboa encontramos este magnífico templo del buen comer. Su nombre
es “Restaurante Sála” y está dirigido por Joâo Sá, un joven cocinero formado en
la Escuela de Hostelería de Estoril.
Para quien les escribe, conocer su trabajo
en fogones ha sido un fantástico descubrimiento; una apuesta decidida por el
producto de calidad, de cercanía y biológico.
Inaugurado en
septiembre de 2018, este pequeño local, de unas 13 mesas, recibe la luz de
grandes ventanales que dan a esta turística calle.
Con una decoración
minimalista, Joâo nos ofrece (junto a un equipo de once personas) una cocina
con mucha personalidad, donde su forma de entender la gastronomía -con una gran
importancia del mundo vegetal- se plasma nítidamente en sus elaboraciones.
Cocina a la vista, lo
que es muy de agradecer, y un buen servicio son también señas de identidad de
este restaurante. Aquí no hay subterfugios que valgan.
Es una gastronomía con
tintes novedosos y el sello distintivo de Joâo con quien pude conversar y
conocer su pasión por la cocina y por su forma de interpretarla.
Toda una
explosión de originalidad. Tengo la sensación que oiremos en el futuro hablar
más de él.
A pesar del poco
tiempo de vida que lleva va, paso a paso, haciéndose un merecido hueco en un
público tan exigente y cosmopolita como es el que vive y transita por esta
ciudad.
Todo se cuida al
detalle. Nada es improvisado. La presentación de los platos, la decoración del
local, la cubertería, la vajilla, el ambiente o la iluminación conforman un
variado conjunto de aristas que confluyen en un mismo fin: lograr sorprender
gratamente al comensal. Una experiencia que hay que repetir, sin lugar a dudas.
Recetas atrevidas,
juegos de texturas muy agradables y excelentes maridajes con vinos de este país
en un entorno muy acogedor. Todo está preparado para que lo que decidamos comer
convierta nuestra estancia en un momento feliz.
No pretendo, como en
otras ocasiones hago, resaltar los platos y vinos (tienen una extraordinaria
selección) que allí probé.
Trato de implicar con estos párrafos al lector
mostrándole mis sensaciones, mis emociones, mi experiencia. Sería, en mi
opinión, un error adelantar algunas elaboraciones de la “ementa” (carta) que
vamos a encontrar. Hay que darle también valor a la capacidad de asombro.
A
veces, lo que anhelamos es que nos sorprendan y Joâo sabe hacerlo muy bien.
Quizás, al final, se
trata de esto en gastronomía; de lograr sacar agradables emociones en quien
degusta estas pequeñas obras de arte realizadas gracias a un trabajo serio,
minucioso y concienzudo; de que esas impresiones permanezcan el suficiente tiempo
en la memoria como para que el comensal pueda asegurar con sobrados fundamentos
que es un restaurante “ciertamente recomendable”.
Eso es lo que le
ocurrió a quien les escribe y no escondo mi agrado. En definitiva, todo un hallazgo.
Sinceramente, creo que les va a gustar.
Las palabras hallazgo
o descubrimiento me gustan cuando recuerdo mi paso por “Sála”. En cierta forma,
aglutinan y engloban todo aquello que intento expresar. Me habían hablado con
anterioridad de Joâo y de su restaurante, pero hasta que no lo pruebas no tienes
argumentos sólidos para afirmar que es un verdadero hallazgo culinario en
Lisboa.
No imaginaba que iba a
ser tan fascinante mi viaje gastronómico. Todo un reclamo para quien disfruta
de estas cosas de la vida que algunos llaman “del buen comer y del buen beber”.
No queda más que
desearle al lector que experimente, si viaja a esta preciosa capital europea, este
restaurante llamado “Sála”. Nombre que viene, según me aseguraron, de un juego
de palabras con el apellido Sá.
Vayan pues a la
transitada y animada rua lisboeta dos
Bacalhoeiros o reserven mesa en el (+351) 218 873
045. De verdad, les
gustará mucho. Joâo sabe hacerles felices con sus recetas.
Indicar finalmente que este reportaje se publicó en la web del diario LA RAZÓN el 21 de marzo de 2019.
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