Recuerden este nombre: Ramón Piñeiro Urbano.
Se trata del chef de uno de los restaurantes más recomendables de Logroño,
ciudad que fuera declarada en 2012 capital española de la gastronomía.
Con menos de un año de vida, inaugurado en
julio del pasado año, ha sabido abrirse camino en este difícil mundo de la
restauración en una de las ciudades que argumenta, con avalados criterios, contar con una indiscutible cultura
gastronómica.
Es el ejemplo más palpable de que las
aspiraciones de un grupo de personas y los deseos de llevar a buen puerto este
barco vencen (con tesón, buen trato, profesionalidad, calidad en la materia
prima y estilo propio) cuantas tempestades y vientos puedan azotar en estos
tiempos de crisis.
El restaurante fue bautizado como “La cocina
de Ramón” y está situado en el número 30 de la céntrica calle Portales.
Inmejorable ubicación. Fue a mediados de enero cuando tuve la suerte
de conocer estas “obras de arte efímeras” de Ramón. Antes pudimos conversar unos
momentos en los que me contó la filosofía de esta apasionante aventura
empresarial. Ir variando la carta con
bastante periodicidad, productos de altísima calidad y primar lo autóctono son
las semillas plantadas en este restaurante que va poco a poco dando sus frutos.
Me agrada escribir, pues no es tónica muy
generalizada en lo últimos años, que estamos en un local donde logran conjugar,
en temas de mesa y mantel, lo moderno y lo tradicional con el más evidente de
los argumentos: la realidad. Descubrimos, junto a las naturales elaboraciones “aliñadas”
con el singular toque de su chef, los clásicos y siempre apreciados “platos de
cuchara”.
Dicen que obras son amores y no buenas razones. Pues bien, en este caso las “obras de cuchara” tienen
nombre propio: caparrones de Matute, patatas a la riojana o alubias con
chorizo.
Cuenta Ramón que, a pesar del poco transcurrido
desde su inauguración, está francamente contento con la aceptación recibida en
la ciudad. No es para menos cuando se conocen estos fogones.
Empezamos, para abrir boca, con unas fantásticas croquetas de jamón como preludio del siguiente plato: níscalos guisados con crema de calabaza y foie gras asado. ¡Qué os puedo comentar!. Como suele decirse... placer de dioses.
Continuamos con un “yogur de queso y aceite”
acompañado de tomate y trufa (una emulsión de queso de Cameros con aceite de
oliva), para seguir con lo que la carta denomina “huevo a 65º con trufa” sobre
una cama de patatas. A cual mejor y digno ejemplo de la filosofía que se quiere
imprimir a este restaurante.Empezamos, para abrir boca, con unas fantásticas croquetas de jamón como preludio del siguiente plato: níscalos guisados con crema de calabaza y foie gras asado. ¡Qué os puedo comentar!. Como suele decirse... placer de dioses.
Chuletitas de cordero lechal, salteado de
verduras de la zona con piñones y almendras laminadas, bacalao laminado al “pil
pil”, paletilla de cordero lechal asada y patitas de cordero guisadas a la
riojana son otras posibilidades a elegir en la carta.
El local es coqueto, agradable, con claro
predominio del color blanco, buena luminosidad y una razonable separación entre
mesas que permite la lógica intimidad que exige el comensal.
Por cierto, se me olvidaba mencionarlo. Se
“regó” esta comida con un soberbio Azpilicueta, crianza de 2009. Sin duda, en
Fuenmayor, en temas de vinos, saben lo que se hacen.
Los postres no están a la zaga del resto de
la carta. Probé una extraordinaria manzana asada con espuma de tofe. Muy recomendable.
La carta ofrece también
otras golosas propuestas. Menciono algunas: Torrija tostada con natillas y
helado, mouse de yogur con frutos rojos y
hojaldre a la plancha con chocolate y tofe.
Ha sido una bonita experiencia comer en “la
cocina de Ramón”, avalado todo ello con otro infalible argumento: buena relación
calidad/precio.
Creo sinceramente que, cuando regrese a estas tierras riojanas,
volveré a visitarles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario