viernes, 24 de octubre de 2025

Conociendo el mercado Hidalgo de Guanajuato

 

  Siempre se ha dicho que, para conocer una ciudad, para saber cómo respira, es conveniente visitar sus mercados. Es, en cierta manera, una forma de tomarle el pulso. 



    Recientemente estuve en la ciudad de Guanajuato, considerada también la "Capital Cervantina de América". Tenía tantas ganas de visitarla que, como suelo hacer, antes de viajar me interesé por los diferentes lugares y los distintos alicientes que hay por descubrir, visitar y experimentar.



    La espectacular escalera de su centenaria y famosa Universidad, la basílica de la Nuestra Señora de Guanajuato, el callejón del beso, el imponente teatro Juárez, subir al mirador del Pípila, conocer la Alhondiga de las Granadillas (este representativo edificio, ahora convertido en museo y construido durante el virreinato, fue escenario de los primeros episodios de la guerra de independencia), el mercado Hidalgo, realizar una “callejonada” con una “estudiantina” (similar a una tuna universitaria), entrar en el Museo Iconográfico del Quijote (que atesora la mayor colección de obras de arte del mundo inspirada en  figura de Don Quijote de la Mancha), etc., etc.  son algunas de las muchas posibilidades que ofrece esta preciosa ciudad.



    Como no podría ser de otra forma, una de mis visitas fue al mercado Hidalgo; el más importante de todos.



    Un verdadero regalo para los sentidos ver el bullicio, la animación y la gran afluencia de personas que se acercan diariamente debido a la variedad de productos que se ofertan. Textiles de todo tipo, obras de artesanía, carnes, pescados, frutas y verduras, puestos de sombreros, joyerías, dulces típicos, cerámica, abarrotes, floristerías, tiendas de chiles y especias… la lista es interminable. Todo ello, junto a una infinidad de puestos donde probar lo mejor de la gastronomía local.



    Una de las curiosidades del edificio (erigido sobre los terrenos de los que fuera una antigua plaza de toros) es la impactante majestuosidad y dimensiones de su puerta de entrada principal construida (con cantera rosa y rematada con un gran arco de medio punto).



    Inaugurado como mercado en 1910 por Porfirio Díaz, esta emblemática construcción, ideada inicialmente para ser una estación de ferrocarril, tiene unos grandes ventanales que dan mucha luminosidad al interior. Todo el conjunto está coronado en la parte superior por una gran cúpula.



    En el centro de este gran mercado de dos alturas descubrimos una escalinata engalanada de flores, presidida por la Virgen de Nuestra Señora de Guanajuato, muy venerada en la ciudad.



    Como no podía faltar en ningún mercado, y menos en uno mexicano, el área dedicada a la alimentación tiene un lugar preferente. Infinidad de pequeños restaurantes ofrecen lo mejor de sus habilidades culinarias para comer o beber. Tacos, carne mechada, milanesas, pozole, quesadillas, carnes a la plancha, guisados, huevos al gusto, malteadas, jugos, tortas, enchiladas mineras, caldo de camarón, guacamayas, licuados, rollos de guayaba rellenos, charamuscas (dulce típico de Guanajuato), etc., etc.






    Un lugar icónico de la ciudad del que conviene recordar que el diseño de toda la estructura, así como la torre del reloj, corrieron a cargo de Alexandre Gustave Eiffel, constructor de la Torre Eiffel de París.






    En definitiva, una vista obligada en la ciudad de Guanajuato que va más allá del propio mercado, ya que contiguo a él encontramos el mercado de Gavira, con numerosos puestos de comida, y un espacio al aire libre junto a la plaza colindante con venta de textiles, recuerdos y artesanía.









martes, 21 de octubre de 2025

Subiendo al Mirador del Pípila

    

    Mencionar la palabra Guanajuato es referirse a una de las ciudades más bonitas de México. Capital del estado del mismo nombre, la UNESCO declaró a “la ciudad histórica y a las minas adyacentes” Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1988.



    Muchos son los argumentos, de la más diversa índole, que invitan a visitarla.



    Su fascinante historia e importancia económica en época virreinal, la gran riqueza minera de este territorio que llegó a ser en el XVIII uno de los grandes centros de extracción de plata del mundo, sus impresionantes templos, su centenaria Universidad, el irregular diseño urbanístico provocado por la orografía del terreno, sus arraigadas tradiciones (muchas de ellas, de reconocible influencia española), la especial conexión con Miguel de Cervantes y su obra literaria (llegando a afianzarse, con más de cincuenta ediciones a sus espaldas, el prestigioso Festival Internacional Cervantino) o su gastronomía, son acicates suficientes para que Guanajuato se encuentre en un lugar privilegiado de su nuestra agenda de futuros viajes.





    Tuve la suerte de conocerla hace poco tiempo y, sabedor de la dificultad de resumir sus encantos en unos párrafos, diría que mucho de lo que quiero expresar sobre ella el viajero lo apreciará desde el más importante de sus miradores.

    Me refiero al mirador del Pípila (llamado así por la gran estatua, construida con cantera rosa, erigida en honor a un minero –Juan José de los Reyes Martínez, apodado el “Pípila”- que formó parte de las tropas de Miguel Hidalgo teniendo un papel decisivo en la toma de la Alhóndiga de Granaditas, donde se encontraba acuartelado el ejercito realista).



    Desde este privilegiado promontorio, visita desde luego inexcusable, descubriremos mucho de lo que ha sido y es Guanajuato. Por ejemplo, su ubicación en un valle rodeado de montañas (muchas de ellas, llevan en su vientre la riqueza de los minerales que la hicieron famosa y próspera durante siglos y que, aún a día de hoy, se extraen).



    Esta panorámica nos permite también entender su característico paisaje urbano, formado por calles estrechas, subidas y bajadas, miles de callejones y plazas de irregular trazado. Digamos que esta circunstancia es parte del ADN urbano de Guanajuato.



    Como curiosidad, están registrados más de tres mil callejones, algunos con nombres (fruto, en numerosos casos, de leyendas locales) tan singulares como del Infierno, del Beso (el más famoso y turístico de todos), de los Corazones, del Bueno, del Tecolote o de la Condesa.




    Dejar pasar el tiempo, mientras admiramos esta envidiable panorámica, nos permite distinguir sus grandes templos (de una majestuosa arquitectura virreinal en el que sobresale la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato, epicentro de la ciudad), el gran edifico de la Universidad con su famosa escalinata, el intenso verdor del jardín Unión o las coloridas casas que, trepando por las colinas que nos envuelven, van transformado poco a poco este paisaje.




    Para acceder hasta el mirador, además de la posibilidad de subir a pie, hay un cómodo funicular que se toma en las traseras del icónico teatro Juárez (uno de los más bonitos de México y otra parada obligada en nuestro recorrido).



    En apenas dos minutos llegaremos a lo alto de este cerro dominado por la gran estatua del Pípila.



    Descubriremos frente a nosotros la belleza de unas vistas sin igual de una ciudad que parece desplegar todos sus encantos deseosa de ser fotografiada desde una ubicación tan especial.



    Nada debe extrañar que este famoso mirador sea uno de los lugares más visitados de Guanajuato y mención obligada en cualquier guía turística.

    No hay dudas, desde este este gran balcón al aire libre, el viajero certificará la belleza de un lienzo único creado gracias a la fusión de la naturaleza colindante y la acción del hombre durante siglos.

    Finalizo indicando que estos párrafos fueron publicados en la web del periódico español LA RAZÓN el 17 de octubre de 2025.

Subiendo al Mirador del Pípila





viernes, 17 de octubre de 2025

Por tierras de Ribera del Duero

    Seguro que han oído hablar en alguna ocasión de la “Milla de Oro” de Ribera del Duero; una sucesión ininterrumpida de excelentes viñedos, junto a una importante concentración de prestigiosas bodegas, a lo largo del río Duero en la provincia de Valladolid.



    Estamos en el epicentro de esta acreditada Denominación de Origen (www.riberadelduero.es), con la localidad de Peñafiel como uno de sus pueblos más emblemático y su monumental castillo medieval como la postal más conocida.




    Este territorio de excepcionales viñas (donde la variedad de uva tempranillo es protagonista), grandes bodegas (reconocidas a nivel internacional), impresionantes restaurantes (algunos de ellos, galardonados en las más prestigiosas guías de gastronomía) y pueblos castellanos donde la historia se respira en cada rincón, es el mejor escenario para saborear estos vinos en compañía de espectaculares platos (unos, procedentes del recetario tradicional y, otros, obras de la imaginación de los grandes chefs que aquí trabajan). Un verdadero lujo al que es difícil resistirse.



    Maridajes perfectos que son una alabanza, desde la cocina y la mesa, a los excelentes productos de estas tierras.

   Todo ello, en una significativa extensión de cuidados viñedos, dando personalidad al paisaje, que hace honor a la gran tradición vitivinícola, a la calidad de sus uvas, a su inigualable clima y al magnífico “terroir” donde se asienta y crece este cultivo. La cuna de algunos de los vinos más afamados del mundo.

    Si a estos ingredientes le unimos el trabajo de agricultores y bodegueros (muchos de ellos tremendamente innovadores), hemos llegado a un pequeño paraíso del que costará volver.

   Desde luego, cualquier amante del vino tiene aquí un destino irrenunciable al que unir la belleza del entorno natural, su buena gastronomía y la arquitectura tradicional de estos pueblos vallisoletanos ricos en historias y leyendas.

    Pues bien, en mi último viaje a estas tierras castellanas pude visitar la bodega Cepa 21 (www.cepa21.com), una de las más sobresalientes de la zona y referencia en el sector.



    Un asombroso proyecto vitivinícola que cuenta con el inimitable sello del empresario y bodeguero José Moro. Una bodega que, si estamos por estas latitudes, hay que conocer.




    Tuve la suerte de acercarme durante la época de vendimia y la oportunidad de participar, gracias a los “talleres” que organizan, en la recolección manual de la uva y el posterior pisado de los racimos de forma tradicional. Una agradable experiencia que sumerge al visitante, conectando el pasado y el presente, en este mundo de viñedos, vendimia, barricas y catas.



   Esta recomendable actividad me permitió igualmente conocer sus instalaciones y disfrutar de una didáctica cata de sus vinos maridada con productos gourmet.



    El colofón a un día tan irrepetible fue comer en su magnífico restaurante “Cepa 21“ (www.cepa21restaurante.com).




    Estamos en los dominios del chef palentino Alberto Soto, que nos sorprendió con una cocina de innovadoras propuestas donde, respetando la tradición culinaria de estas latitudes, deja volar su originalidad con curiosas texturas, llamativos emplatados y bonitas presentaciones que actualizan el recetario tradicional.



    Recomendado por la Guía Michelin y con un merecido Sol Repsol en su curriculum, es uno de esos restaurantes (en un cuidado y espacioso escenario de grandes ventanales con vistas hacia los viñedos de la bodega) que los amantes del buen comer no deben perderse.




    En fin, una bonita ceremonia culinaria, de las que fidelizan, que queda reflejada en sus propuestas, en forma de menú degustación, que es una verdadera reivindicación de los productos de la tierra y la calidad de sus ingredientes. Todo ello, aderezado con una depurada técnica que no renuncia a agradables sorpresas que son un regalo al paladar.





    Un gran recorrido de sabores y elaboraciones, como el que disfrutará sin duda el comensal, tiene que ir acompañado, como no podría ser de otra forma, por los grandes protagonistas de esta bodega: sus excelentes vinos.



    Hito, Horcajo o Malabrigo son los nombres, contrastados por la calidad y la aceptación del mercado, de algunas de sus magníficas referencias.




    Les invito desde aquí, con el aval de la experiencia de quien lo ha disfrutado, a conocer esta bodega, a saborear algunas de sus experiencias (entre las que se incluye un seductor paseo en bicicleta entre viñedos), a recorrer su gran sala de barricas y, como guinda final, a dejarse mimar por el chef Alberto Soto y su formidable equipo, tanto en cocinas como en sala.



    Una muy recomendable experiencia, difícil de igualar, que no olvidará.



    Finalizo este post indicando que estos párrafos se publicaron en la web del periódico español LA RAZÓN el 8 de octubre de 2025.

Por tierras de Ribera del Duero