jueves, 25 de agosto de 2011

¿Hay un Chile seco?



              
    Casi todas las personas, cuando piensan en Chile, no pueden evitar asociar este país con glaciares, grandes extensiones de bosques, fiordos, la isla de Pascua o al casi infinito Oceáno Pacífico, por citar algunos ejemplos.



            
    Sin embargo, pocos saben que en el norte (cercano a las fronteras de Boliva y Perú) se encuentra uno de los paisajes más bonitos que, quien les escribe, ha podido ver y, además, uno de los lugares más secos del planeta. No bromeo. Me refiero al desierto de Atacama.

    Como dato importante, este desierto tiene una extensión aproximada de 105 mil kilómetros cuadrados, atesora reliquias naturales como el tercer campo de géiseres más grande del mundo (géiseres del Tatio), presume de espacios donde pareces pasear literalmente por la luna o brinda al viajero la inusual posibilidad de practicar sandboard (algo parecido a esquiar por una gran duna de arena). 

    ¿Sabías, por ejemplo, que aquí, como en el Mar Muerto, puedes también flotar en el agua?. No te miento. Me estoy refiriendo a la célebre laguna Cejar. Esta circunstancia es debida a las altas concentraciones de sal; mayor que la del Mar Muerto. Experimentar esa curiosa sensación de ingravidez es ciertamente algo muy especial.

    Si miramos hacia arriba, conviene recalcar que la espectacular limpieza de su cielo hace que esté considerado por los expertos como uno de los mejores lugares de la tierra para la observación de los astros. La no existencia de contaminación lumínica y la casi falta de humedad en el aire ayudan a esa envidiable nitidez de las observaciones.

   En este desierto hay casi de todo (aunque pudiéramos no creerlo): coquetos pueblecitos (como San Pedro de Atacama, considerado la capital arqueológica de Chile, con esas casitas bajas formadas con ladrillos de adobe), volcanes (como el Licancabur, frontera natural entre Chile y Bolivia), espectaculares salares, inimaginables valles (como el valle de la Luna o el valle de Marte, llamado así por las curiosas y extrañas formaciones de piedra rojiza), dunas, géiseres, etc...  Todo ello, unido a una flora y una fauna únicas. 





            
    ¿Sabías, por ejemplo, que a estas alturas podemos ver flamencos?. Parece imposible, pero es así. Es en la Laguna Chaxa, a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, donde podemos encontrar diferentes especies de flamencos que se adaptan perfectamente a las difíciles circunstancias (climatológicas y orográficas) de este desierto. 




           
   No os voy a contar aquí las posibilidades de Atacama. En cualquier libro o, rápidamente, en internet podréis descubrirlas con relativa facilidad. 

    No obstante, no quiero dejar de deciros que nos encontramos ante el desierto no polar "más árido del planeta", encajonado entre el Océano Pacífico y la cordillera de los Andes. Hay zonas donde la lluvia hace su aparición de década en década. 
            
   Si tuviera que calificar este desierto, rico en recursos minerales, diría que es "único".  No es un desierto cualquiera. El color rojizo de los atardeceres, ese silencio que parece invadirlo todo y la sensación de estar en un lugar especial de nuestro planeta hacen de Atacama un inigualable espacio natural diferente que debe conservarse para generaciones futuras, evitando, en lo posible, que este regalo de la naturaleza se deteriore.

 En definitiva, naturaleza en estado puro. Un Chile distinto al que normalmente nos publicitan en los medios de comunicación. Tan atrayente como otros destinos del país. Un desierto que, como curiosidad geográfica, es atravesado por el Trópico de Capricornio.







            
   Debo reconocer que ése fue uno de mis grandes viajes. Confluían varias circunstancias para que así ocurriera:  el momento en que se realizó, lo poco que sabía del lugar, lo impresionante de la naturaleza, las amistades que hice y aún conservo, las inolvidables vivencias que tuve y la irrepetible experiencia de cruzar los Andes (a pesar del desagradable "soroche", o mal de altura). 

    Un viaje que realicé solo, con la compañía, inicialmente, de mi mochila y un libro de apuntes; mi particular cuaderno de bitácora.
            
    En mi opinión, estos llamados "viajes solitarios" generan una buena dosis de autoconocimiento.  Tener como "amiga de aventurastu propia mochila te da un plus de libertad que se agradece. En ocasiones, aunque lleve implícita una buena porción de deseada soledad, es tremendamente recomendable. Lo aconsejo.  








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