Hay hoteles en los que, nada más
ver la fachada e interesarse un poco por la historia del edificio, el huésped
sabe que la experiencia que tendrá será muy especial.
Ése es el caso de un espectacular y recomendable cinco estrellas, sito en el barrio alto de Lisboa (Rua de São Pedro de
Alcântara), llamado Palacio Ludovice (www.palacioludovice.com).
Inaugurado como hotel hace pocos
años, el edificio donde se asienta, de mediados del XVIII, sobrevivió
al gran terremoto de 1755.
Esta lujosa propuesta, que
fuera el palacio de João Frederico Ludovice (arquitecto del rey Joâo
V) abrió sus puertas gracias a una meticulosa remodelación (perfectamente
documentada para ser fiel al pasado de estos muros) que ha permitido abrir un
alojamiento sin igual, con sesenta y una habitaciones en diferentes categorías
(incluidas suites) y un muy recomendable restaurante.
Una construcción con varios
siglos a sus espaldas que, respetando el pasado de estas paredes y sus
elementos estructurales tras una impecable rehabilitación, no prescinde de
toques contemporáneos y brinda comodidades y prestaciones de un altísimo nivel.
Desde luego, es incuestionable y
meritorio el tremendo desafío que supuso su recuperación y decoración. Tanto
que hoy nos topamos con uno de los más reconocidos hoteles lisboetas y
justo acreedor de una llave Michelin.
Mucho de este exitoso trabajo
se debe al reconocido arquitecto portugués Miguel Câncio Martins (www.mcmarchitecture.com) que, en su
dilatada carrera profesional, cuenta con numerosos e importantes proyectos en
diferentes partes del mundo. Entre ellos, por citar uno portugués, el asombroso
hotel Quinta da Comporta (www.quintadacomporta.com).
Lógicamente, con una historia tan
dilatada, este espectacular palacio ha tenido a lo largo de sus muchos años de
vida, además de casa de la familia de João Frederico Ludovice, diferentes
funciones. Entre otras, jefatura de policía, escuela, sede del instituto
portugués del cine, representación diplomática de Rusia o “Solar do Vinho do
Porto”.
A pesar de tantas vicisitudes
históricas, esta recuperación no quiso olvidar el fin inicial para el que se
construyó: residencia privada de este insigne arquitecto y su familia.
Por tal motivo, numerosos
detalles como las antiguas cocinas, la capilla o una pequeña fuente son
ahora elementos decorativos perfectamente integrados.
Recordando la trayectoria de este
importante personaje y honrando su pasado, descubriremos en un lugar
tan privilegiado como la recepción del hotel un retrato de grandes dimensiones
de quien en su momento fuera "Arquitecto mor do reino".
Este impresionante palacio, con
fachada de tonalidades amarillas y cinco pisos de altura, alberga en su
interior recuerdos ornamentales y arquitectónicos que no pueden pasar
desapercibidos al huésped: frisos, decorados de paredes, techos de madera y
yeso policromados, escaleras de mármol, paneles de azulejos de época pintados a
mano, espacios de ladrillo visto, etc., etc.
¿Cómo no dedicar unas líneas a
su restaurante? Con el nombre de “Federico” y bajo la batuta del chef Ricardo
Simões, este templo gastronómico se sitúa en el gran patio central
(que fueran las caballerizas del palacio).
Un espacio cuidadosamente decorado que obtiene la luz natural gracias a una gran claraboya de cristal. En este incomparable escenario sirven las comidas, las cenas y un muy variado desayuno buffet.
Con una buena carta de vinos como apoyo, se nos presenta un trabajo bien confeccionado, con predominio de la tradición gastronómica portuguesa y evidentes toques de la culinaria francesa, a través de elaboraciones que harán las delicias de todos.
La presentación, la técnica, el
producto, el entorno, los tiempos entre plato y plato, la vajilla, la
cubertería o la iluminación están meticulosamente estudiados.
Entre la sugerente variedad de
posibilidades que ofrece su carta, déjenme aconsejarles dos: un
espectacular "arroz de tamboril com gambas selvagens e caldo de
carabineiro" y un goloso "pastel de nata, gelado de café e
caramelo". Ciertamente, insuperables.
Impresiona, créanme, estar
sentado en este imponente patio y mirar hacia arriba para apreciar, junto a las
ventanas de algunas habitaciones, espectaculares lámparas colgadas a una altura
inimaginable y un precioso jardín vertical en una de sus paredes. Un acogedor
marco donde, tanto el huésped como el comensal, se dan cuenta de lo especial
que supone encontrase allí.
Es importante reseñar que
desde 1945 a 2012 en la planta baja de esta gran mansión se encontraba el
“Solar do Vinho do Porto”. Aquí se servían y bebían infinidad de vinos
de Porto y Douro.
Hay pues un camino paralelo
durante más de medio siglo (el vino y la historia de un palacio sin igual) que
no podía caer en el olvido.
Qué mejor homenaje que una “wine
experience” para adentrarnos (acompañados por una sumiller) en una didáctica
cata o la existencia de una tienda ("Instituto Vinho do Porto") en la planta baja donde comprar y catar
magníficos vinos. Incluso las alfombras de los pasillos son representaciones de campos de viñedos.
Tras lo expuesto, es fácil
comprender que el nombre completo de este singular cinco estrellas sea "Hotel
Palácio Ludovice Wine Experience".
A esta plétora de prestaciones
hay que añadir un gimnasio, el reconocido Caudalie Boutique-SPA (con
tratamientos relajantes y una tienda donde conseguir los productos más
exclusivos) y un coqueto bar con una gran variedad de cócteles.
En definitiva, uno de esos
hoteles que, por derecho propio, pueden ser parte de cualquier catálogo de
alojamientos inolvidables de Lisboa.
Palacio Ludovice, el renacer de un edificio histórico
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