miércoles, 25 de mayo de 2011

Mezquita-catedral de Córdoba, patrimonio de todos




    Dicen que las cosas se ven según el prisma con el que se observen, que cada cual puede obtener una visión distinta de una misma imagen porque son muchos los factores que influyen en cómo miramos las cosas.
  Sin embargo, hay palabras como asombro, incredulidad, éxtasis, admiración o fascinación que, seguro, serán comunes en cuantos se adentren en la catedral de Córdoba.
    La mezquita–catedral, como se la conoce popularmente, es ese testigo mudo del paso de civilizaciones, creencias, rezos, religiones, plegarias y reuniones entre unos muros centenarios y silenciosos. Un lugar único en el planeta donde, en medio de un bosque de columnas, cubiertos por arcos bicolores del más genuino estilo árabe, el viajero puede oír el característico repicar de unas campanas llamando a misa. 
  Un templo donde lo cristiano y lo hispanomusulmán, por razones históricas, confluyen. 





    Y es que, en definitiva, eso es la mezquita-catedral. El espejo de la misma Córdoba, el mejor museo de historia que la ciudad puede tener y, a la vez, un ejemplo claro de mixtura, de metamorfosis y de adaptación de un espacio inigualable a lo que los tiempos le han hecho vivir. 



            
    Pero, a la vez, son muros que encierran mucha vida. No es un espacio inerte. Siempre fue lugar de rezos, de paso de viandantes para elevar sus plegarias, de retiro y oración con su Dios, de recogimiento individual y de encuentro con cuantos se acercan a compartir las mismas creencias y credos. 



            
    Esta maravilla engendrada por el hombre a lo largo de varios siglos no deja indiferente al viajero y, como no podía ser de otra forma, es la visita obligada de cuantos se acerquen a esta capital andaluza, que otrora fuera una de las ciudades más avanzadas, deseadas, envidiadas y admiradas del mundo. 
    Su recorrido y contemplación es el paseo por la historia del arte en la península ibérica (estilo omeya, gótico, renacentista, barroco, etc.). Conviene recordar que este monumento (expresión palpable y visible del poder de la dinastía omeya) llegaba a albergar hasta 30.000 personas.




   Podríamos dividir este gran templo en dos partes o zonas bien diferenciadas para hacernos una mejor idea de los que vamos a ver: 
    En primer lugar, el patio porticado (Sahn), también conocido como de los naranjos. 






    Aquí se erigió el alminar, inmerso ahora dentro de una torre de estilo renacentista. Ciertamente, es una peculiaridad artística e histórica en este Conjunto Monumental de la Mezquita-Catedral cordobesa que en el interior de la famosa torre/campanario (de 40 metros de altura) se sitúe el alminar (o minarete) construido con anterioridad en tiempos en los que el templo era dedicado al culto islámico.
 En segundo lugar, zona para rezos y oración. Un inmenso espacio interior techado donde se levanta este bosque de columnas con arcos bicolores y donde se encuentra también el precioso altar de la catedral.






   En definitiva, un impresionante templo sito en la ciudad de Córdoba ("Qurtuba") que, en los los mejores años de su historia, fue la sede de un poderoso Emirato y un pudiente e influyente Califato. Una capital de tanta importancia y poder, que dominaba mucho más del sesenta por ciento del territorio de la península ibérica, debía tener un templo a la altura del gobierno que allí se ejercía.
   El siguiente mapa, obtenido de Wikipedia, es suficientemente explicativo de la fuerza y la autoridad de este califato, así como de los territorios donde ejercía su jurisdicción. 




  El interior del templo, con sus más de 1.300 columnas es, en la actualidad, uno de los monumentos más visitados de España y uno de los más bonitos que he visto en mi vida.
   No conozco otro lugar del mundo, no digo que no exista, donde apreciemos esta cercanía física entre en arte cristiano y el musulmán de forma tan notoria. 




  Declarada por la UNESCO Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1984, es la más clara manifestación de la arquitectura hispanomulsulmana de la época. Dedicada al culto católico, esta antigua mezquita (erigida sobre los restos de un templo cristiano-visigodo), llegó a ser en su época de mayor esplendor -con sus 23.400 metros cuadrados- la segunda del planeta.
  La cúpula del Mihrad, arcos que alternan tonalidades rojas y blancas, coro y pulpito cristiano, altares, decoraciones típicamente islámicas, crucifijos, etc. dan muestra de una historia que se palpa en cada paso, en cada rincón, en cada silencio y en cada esquina. Aún se pueden apreciar, por ejemplo, restos arqueológicos del primer templo que hubo en este lugar (la Basílica Visigoda de San Vicente)




      
      
   No se trata de describir minuciosamente la historia del templo, de enumerar las sucesivas ampliaciones del recinto, de exponer cronológicamente los hechos, los cambios y las transformaciones que ha ido sufriendo a los largo de los siglos. Para ello nada mejor que un libro, siempre aconsejable su compra antes de nuestra visita.  



    
   Hay que dejarse embaucar por la aureola del entorno, por el misticismo del lugar, por el misterio de esas columnas y por singular experiencia de contemplar algo único, algo irrepetible, sublime y casi inenarrable.
 Por cierto, debido a la gran afluencia de público siempre es aconsejable reservar unas entradas con antelación. Si es posible, sí te recomendaría una visita guiada o coger audioguías. Creo que es la mejor manera de empaparte de cuanto vas a ver.
  No quiero dejar en el tintero un último dato. El templo es también precioso, aunque obviamente no tanto, desde fuera. No es mala recomendación dar una paseo por su exterior, por su perímetro, y fotografiar algunas de sus puertas de acceso (la puerta del Perdón, de Santa Catalina, de los Deanes y de las Palmas). 




Datos útiles:
Para dormir. Hotel Córdoba Center, muy cerca de la estación del AVE. 
Un restaurante. “La Almudaina” (www.restaurantealmudaina.com).
De tapas. Por la taberna “La Cazuela de la Espartería”. C/ Rodríguez Marín, número 16.
Si hay tiempo. Disfrutar de unos placenteros baños árabes y de un buen masaje.  En calle Corregidor Luís de la Cerda, número 5, encontrarás uno de ellos (www.hammamspain.com/cordoba). 
Vista obligada. Además de pasear por el casco viejo de la ciudad y disfrutar de las panorámicas que obtendremos desde la otra parte del Guadalquivir, a unos 5 kilómetros de Córdoba encontramos Medina Azahara, una ciudad palaciega ordenada erigir por Abderramán III como muestra de su poder.
¿Qué comer?. Son elaboraciones típicas, entre otras, el rabo de toro, el salmorejo y los falmenquines. Si son regados con un vino Montilla-Moriles, mucho mejor



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