martes, 16 de mayo de 2017

Baracoa, la ciudad primada de Cuba

         
    He tenido este año la ocasión de conocer la FITCuba (Feria Internacional de Turismo de Cuba) que se ha celebrado en la ciudad de Holguín, con la presencia de Alemania como país invitado.
    Junto a todo ese mundo de expositores, conferencias, coloquios, reuniones, presentaciones, etc. acudir a este evento me ha permitido posteriormente trasladarme a otros lugares de esta bella isla. La Habana, Santiago de Cuba, Gibara, Baracoa, Antilla, etc., han sido algunas de las visitas de mi recorrido cubano. Un viaje que, desde luego, no olvidaré fácilmente.
    Son muchos los turistas que visitan Cuba atraídos por el incuestionable reclamo del “sol y playa”. El concepto “todo incluido” ha calado con éxito en muchas partes del Caribe.


    Obviamente, circunscribir unas vacaciones a esto tiene la limitación de perderte la esencia del lugar que se visita. Me refiero a sus gentes, a su historia, a su arquitectura, a su pasado. Siempre aconsejo, en la medida de lo posible, “perderse” por los destinos a los que el viajero se traslada. Ser, en cierta forma, porosos y abiertos a su población. Conocer sus inquietudes, su folclore, su música, sus costumbres, su gastronomía, su artesanía.
    Viajar debe ser también, y especialmente, un aprendizaje.
    Es conocido por todos que los históricos vínculos entre Cuba y España han sido y son muy estrechos. El pasado común, la arquitectura, el idioma, el diseño urbanístico de algunas de sus localidades y muchas de sus tradiciones lo delatan. La Habana, Santiago de Cuba o Trinidad, son, entre otros, ejemplos representativos de esa impronta arquitectónica. No es errado escribir que hay mucha España en Cuba. Tampoco es equivocado afirmar que hay mucha Cuba en el corazón de España.       
    Sin embargo, hay una ciudad que suele pasar más desapercibida para el viajero. Quizás por no estar con tanta asiduidad en los recorridos turísticos, quizás por no ser tan conocida fuera del país, quizás por el predominio mediático de otras urbes cubanas. Razones, seguramente, habrá varias y con distintos enfoques. No obstante, desde estas líneas quiero aconsejar, de tener tiempo, que se acerquen a Baracoa.           
    Situada en la provincia de Guantánamo (en la parte oriental), fue la primera ciudad de esta isla. El de 15 de agosto de 1511 Diego Velázquez  la fundó  con el nombre de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa. Por esta razón, es también conocida como la “ciudad primada”.             
    Los años pasaron y su auge inicial fue decreciendo. Con el transcurso del tiempo el declive de su importancia económica y política, en favor, primero, de Santiago de Cuba y, posteriormente, de La Habana fue una realidad.

  
    Aún así, su centro histórico es un pequeño museo al aire libre que nos permite conocer un poco el alma de Baracoa. La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es el epicentro del casco antiguo y guarda en su interior uno de los tesoreros más cotizados del país: la Cruz de la Parra (la única que se conserva de las “plantadas” por Cristóbal Colón en América).

             
    Dice la historia que a finales de 1492 llegó el almirante a esta bahía, durante su primer viaje, y “plantó” esta cruz cuya importancia y valor sobrepasa, como es fácil de imaginar, las fronteras de Baracoa. Es un referente histórico, un símbolo religioso, un objeto de culto y un emblema de la identidad histórica cubana. No es de extrañar que fuera declarada Monumento Nacional y Tesoro de la Nación Cubana.

          
    Quiero únicamente, con estos párrafos, mostrar retazos sueltos de un destino muy recomendable para que, poco a poco, el viajero vaya, con esos pequeños apuntes, organizando sus itinerarios. Os avanzo que le llaman la “ciudad del chocolate” y que cuando dicen que por algunas calles huele a chocolate hay mucha razón en ello. No digo más. Simplemente comento que salir de Baracoa sin haber probado una taza de este dulce manjar es pecado de difícil penitencia
 


    Adelanto también que por estas tierras hay un gran “yunque”, de proporciones ciclópeas, que no es de hierro. Miren detenidamente a las formaciones montañosas que se encuentran alrededor y me entenderán.           
    Pero Baracoa es mucho más. Es un paseo en barca por el Río Toa (el más caudaloso del país), es tomarse un “cucurucho” (verdadero icono gastronómico de la ciudad y una delicia para los amantes del coco), es patear sus calles y es dejarse simplemente acariciar por los cálidos sones cubanos en la Casa de la Trova.


            
    Las fortificaciones erigidas para defender la ciudad de posibles ataques (como El Castillo y La Punta) son el recuerdo pétreo más evidente de la importancia que tenía este lugar, también objeto del deseo de piratas y de armadas de otros países por su importancia estratégica.            
    Baracoa es Cuba, pero es otra Cuba.  Es tierra de chocolate, café y coco, es parte del corazón de la isla, es densa historia, es el oriente, es la Bahía de Miel, es tierra de leyendas, es Cristóbal Colón, es su malecón, es mestizaje, es su gente, es cruce de culturas y es un imponente escenario natural adornado de montañas, ríos y playas.


                     
    Me comentaban que aquí la “farola” no alumbra y el “yunque” no es de hierro. Cuando vengas, lo entenderás.       
    En definitiva, una ciudad, cuyo nombre significa “existencia de mar”,  que por sus poros destila sus más de 500 años de vida.

    Datos útiles:
1.- ¿Dónde dormir?  Hotel Porto Santo (www.hotelportosantocuba.com


2.- ¿Dónde comer? Muy cerca de Baracoa se encuentra el restaurante Rancho Toa.





3.- Una cena muy especial. En el restaurante La Punta, dentro de la fortificación del mismo nombre.
    
    Por último, decir que este reportaje se publicó, el 17 de mayo de 2017, en la web del Diario español La Razón. Os dejo el link: 
 




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