Hay una localidad en el norte de África, en el golfo de
Túnez, situada sobre un acantilado, que parece estar hermanada con el azul. Un
lienzo, de impoluto color blanco, en el que el destino, en este caso con nombre
propio -Rodolphe Francis d’Erlanger-, decidió utilizar una sola tonalidad
para pintarlo.
Puertas, ventanas, rejas, maderas, terrazas, persianas, celosías,
sillas, letreros, maceteros, sombrillas o buzones “acordaron” seguir esta tónica
general. Sería la normativa legal, a
principios del siglo XX, la que obligó a mantener, más tarde, esa limitada
paleta de colores tan mediterránea y que tanto recuerda a algunas islas
griegas.
Sobre el promontorio en el que se encuentra Sidi Bou Said,
con el mar Mediterráneo a sus pies, descubrimos estas construcciones a dos
colores. Casas encaladas a lo largo de calles estrechas, empinadas y, en
ocasiones, sinuosas. Fichas de un puzle imaginario con indudable encanto que,
una vez terminado, conforman una de las localidades más turísticas de este
país.
Blanco como fondo; azul como reclamo. El blanco de la cal que
limpia y embellece paredes y calles frente al omnipresente azul que le ofrece
la chispa. Dos en uno o uno para dos. Un lugar llamativo, turístico, recomendable,
atractivo y con bastante poder de seducción. No debe extrañar que algunos
pintores, escritores y artistas lo eligieran como destino donde pasar sus
vacaciones o para vivir.
Comer en alguno de sus restaurantes acompañado de
inigualables panorámicas, beber un típico té con piñones o comprar unos recuerdos
en sus numerosas tiendas son relajantes opciones tras una mañana pateando sus
calles.
Hace pocos días estuve por esos lares, cámara en mano, como
colofón final de un inolvidable viaje por este país.
Conocí la isla de Djerba y sus magníficas playas, el desierto, la capital, recorrí algunos
vestigios romanos, aprendí algo más de la huella española por estas tierras
(incluido el desastre de Los Gelves de 1560), me quedé boquiabierto ante la
inigualable colección de mosaicos romanos expuesta en el museo del Bardo y
disfruté de su variada gastronomía, especialmente con esa salsa roja picante,
llamada harissa, que tanto me gusta.
No pretendo con estos párrafos hacer una
relación enumerada de monumentos,
locales o lugares que ver en Sidi Bou Said. Hay fantásticas guías de viaje que
te ilustrarán al respecto. Simplemente, trato de plasmar las sensaciones que, a
mi vuelta, merodean por mi cabeza cuando pienso en esta localidad.
Digamos que podrían
resumirse en dos. La primera, resulta obvia: la belleza de este pueblecito,
aunque bastante turístico, ciertamente bonito. La segunda, se sintetiza con la
palabra “normalidad”. Así es, frente a posibles miedos, reticencias, asperezas,
recelos o temores a visitar Túnez me sentí seguro en todo momento. Cómodo, tranquilo,
bien recibido, a gusto.
Con certeza, fue éste el mayor de los aprendizajes y, quizás,
quedará, desde mi punto de vista, inmortalizado en una escena del día a día
tunecino: el té con piñones que tomé en la terraza de una las plazas más
céntricas de Sidi Bou Said mientras los turistas disfrutaban paseando en un bullicioso
entorno que podría perfectamente ser el de cualquier isla del Mediterráneo
europeo.
En definitiva, un país más para recomendar visitar; un
destino más para incluir en nuestra agenda. Un viaje “a dos colores” por un
precioso pueblo del norte de África.
Dos colores que, dicho sea de paso, son el argumento fotográfico de este post donde cuelgo más de una veintena de fotografías en las que resalto esta circunstancia.
Ya sabes, en tu cuaderno de próximas escapadas anota con
letras mayúsculas Túnez y Sidi Bou Said.
Datos útiles.
Datos útiles.
Web: www.turismodetunez.com
Vuelos: la compañía aérea Tunisair ofrece diferentes vuelos directos desde varias ciudades de la península ibérica como Madrid, Barcelona o Lisboa (www.tunisair.com)
Finalmente, si deseáis oír un audio sobre este precioso país, os cuelgo el que grabamos para Cope Sierra Norte, en el programa "A todo Sábado" dirigido por el periodista Emi Caro.
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