martes, 22 de septiembre de 2015

Petra, ¡por fin, nos conocemos!



    Ocho de la mañana de un soleado día del mes de septiembre. Amaneció hace pocas horas. No parece que vaya a ser un día excesivamente caluroso comparándolo con los anteriores. Estoy a escasos metros de la entrada del complejo arqueológico de Petra. No encubro ni oculto mis ganas de estar aquí. ¡Tanto tiempo soñando con conocerte y hoy es la ansiada fecha!.

 
    Como le ocurriría a cualquier niño, me crea cierta inquietud que pueda no resultarme tan fascinante como la he imaginado tantas veces. Es, para mí, una importante cita que llega a su culmen. Me acompañan un grupo de blogueros viajeros que muestran también su alegría por estar en un lugar tan especial del planeta. No obstante, decido caminar algo separado. 
    Quiero toparme con la gran fachada del Tesoro a solas. Empapándome de esas sensaciones, de ese momento. Anhelo guardar ese instante en lo más profundo de mi memoria viajera.

 
 

    El Siq, un desfiladero de más de un kilómetro, hace de espectacular antesala natural. Paredes rojizas (que, a veces, superan los cien metros de altura) cambian de tonalidad según avanza el día y custodian impertérritas nuestra indescriptible caminata. Mientras tanto, según nos adentramos en esta estrecha y serpenteante garganta natural, es imposible dejar de pensar en aquellos tiempos en que Petra, capital del reino nabateo, era un importante centro comercial de esta zona de Oriente Medio. Una ciudad donde interminables caravanas traían productos procedentes de lugares entonces recónditos. 



 
    Pero el impasible e inalterable transcurso de los años, en ocasiones injusto, la transformaron de un rico presente a una gloriosa historia. Petra (ansiada, deseada y también  envidiada por varias civilizaciones), que tanto floreció antaño ante el asombro de muchos, se fue marchitando con el paso de los siglos para quedar abandonada en medio de la nada.




    A pesar de todo, esas piedras, testigos mudos de tanto florecimiento, se negaron a caer en el olvido; a diluirse por el peso de la historia. Por ello (quizás por azar o porque el destino decidió que así fuera) un explorador y aventurero suizo, llamado Johan Ludwid Burckhardt, la "redescubríó" en 1812 para los occidentales.



      
     

   Petra es un cúmulo de emociones que difícilmente puedo describirte. Se fusionan sensaciones muy diversas a borbotones y de manera involuntaria. Hay perplejidad, hay admiración, hay historia, hay recuerdos, hay felicidad, hay evocaciones, hay cansancio, hay calor, hay aprendizaje, hay hospitalidad, hay sorpresa, hay asombro,… 
     No sabría, a ciencia cierta, cómo definir ese volcán de impresiones que se aglutinan durante esas horas de la visita.


 
 

    No trato, ni deseo, hacer una narración de la historia de Petra y del reino nabateo. Tampoco pretendo detallarte los diferentes itinerarios y recorridos que has de realizar para ver algunos de estos fascinantes monumentos (el Tesoro, el Monasterio, la calle de las columnas, las tumbas reales, etc., etc.). Existen fantásticas guías de viajes y programas de televisión donde puedes informarte a las mil maravillas. No es, por otra parte, la filosofía del blog. Sólo te aconsejo que vayas algo instruido al respecto. Siempre es mejor, y más en este caso, informarse de la historia del lugar.


 


  Como indicación personal puedo apuntarte que sobrepasó mis expectativas. Hay sido un agradable sobresalto de vivencias que difícilmente olvidaré. Estoy seguro que cuando llegues hasta este fascinante destino jordano experimentarás muchas de las cosas que te escribo. Es imposible escapar de la magia de Petra.



             
    Quiero, mientras acompaño este post con algunas fotografías, dejarte el audio del programa "Cosas que Pasan" que grabé para Canal Extremadura Radio. Espero que oyéndolo se aviven tus ganas por decidirte por este lugar tan maravilloso del mundo.

 
    Por cierto, si puedes, te recomiendo conocer Petra de noche. Por 17 dinares puedes apreciar esta maravilla iluminada por cientos de pequeñas bombillas que se parecen a parpadeantes velas.



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