martes, 15 de octubre de 2013

Palacio Belmonte, un privilegio en la capital portuguesa



            
    Pasan unos minutos de las nueve de la mañana. El día es soleado. Conduzco a través de las inclinadas y serpenteantes callejuelas del barrio de Alfama hasta llegar al castillo de San Jorge. Se agradece, al salir del coche, una leve y refrescante brisa mañanera. Estoy en los orígenes de Lisboa, en el famosísimo Palacio Belmonte, rodeado de murallas centenarias.
    La entrada en automóvil al recinto amurallado del castillo está limitada. Aún así, no tengo problemas cuando digo que voy a este emblemático alojamiento.
   Se trata de uno de los edificios más antiguos de la capital portuguesa. Tanto que los muros originarios de este hotel/palacio se remontan a tiempos romanos.
   Su situación estratégica, sobre una colina desde donde se otea perfectamente el horizonte, hace que desde sus inicios fuera considerado el perfecto emplazamiento para una fortificación. Así lo entendieron romanos y musulmanes cuando dominaban estas tierras. Sin duda, una experiencia única y un privilegio pernoctar en un hotel como éste.

 
 
            
  El paso de los siglos trajo como colofón, tras numerosas ampliaciones y reconstrucciones, un bellísimo palacio que recientemente ha sido trasformado en un impecable cinco estrellas.
    Los reconocimientos, homenajes y galardones a este concienzudo trabajo no se han hecho esperar. En el año 2000 recibió un prestigioso premio a la regeneración urbana concedido por la Royal Institution of Chartered Surveyor, que fue entregado por el príncipe Carlos de Inglaterra. En el 2009 obtuvo el segundo premio, ex aequo, en los premios Worl Luxury Hotel como unas de las suites más bellas de hoteles del mundo. Además, es desde 1910 Monumento Nacional portugués y en 1997 se le catalogó como de Interés Nacional.



            
   Dicen, con razón, que muchas veces un imagen vale más que mil palabras; pero también es cierto que unas pocas palabras pueden resumir a la perfección un sentimiento. Creo que la mejor manera de definir este alojamiento es la hecha por Andrew Harper cuando dijo: "Palacio Belmonte habla tan profundamente de Lisboa que algunos días apenas sentimos la necesidad de salir".

 
 
            
    No son muchas habitaciones, apenas once; todas ellas suites. Todas diferentes, cada una con su personalidad, cada una con su característica decoración, pero con una filosofía común: preservar la historia de estos muros.


 
            
   Mi primer consejo es, una vez lleguemos a nuestra habitación, recorrer las diferentes estancias del palacio. Es casi una obligación. Preciosos artesonados, increíbles vistas sobre el río Tajo, muebles que respiran historia y una excepcional colección de la típica azulejería portuguesa decorando muchas de sus estancias.
    El trato, cercano y profesional, consigue que el huésped se sienta cómodo entre estas paredes. La atención es impecable y propia de un lugar tan exclusivo como éste.
  Piscina, jardín, fantásticos balcones con terrazas donde desayunar, panorámicas únicas, biblioteca o sala de estar con chimenea son algunas de los servicios que ofrece  el palacio. Todo ello, unido a una sucesión de esculturas y obras de arte, seculares y más modernas, que no hacen más que reflejar el mimo y cariño que sus propietarios sienten por el mundo de la cultura en cualquiera de sus facetas.




            
    Es ciertamente sugerente el nombre con el que se bautizan estas suites: Padre Himalaya, Fernando de Magallanes,  Agostinho da Silva, Gil Vicente, Amadeo Sousa Cardoso o Fernando Mendes Pinto, por citar algunos. Nombre de grandes personajes de la historia cuyo recuerdo ha sobrepasado, con creces, los tiempos en que vivieron.
    El compromiso de sus propietarios por el arte se diversifica en muchas aristas. Existe un premio de "cortos" cinematográficos, como forma de apoyar la realización de este tipo de películas ayudando a guionistas con talento. Además, el Palacio se ha convertido también en un escenario ideal para exposiciones pictóricas, para conferencias o para encuentros literarios. Arte, cultura e historia de la mano en un espacio tan especial que incluso ha sido plató de famosas películas. Imposible encontrar mejor escenario.
    Simplemente acercarse a tomar un café en un marco tan magnífico como su cafetería, donde la sugerente y cuidada decoración se mimetiza entre grandes arcos y robustas paredes que antaño tuvieron otros fines, para escuchar un concierto de piano es una experiencia inenarrable. Placer y cultura, nuevamente de la mano.

 
 

    La palabra "encanto" se suele utilizar para aquello que cautiva la atención de alguien por sus atractivos.  Si esto es así, definir Palacio Belmonte como un hotel con encanto es un acierto.



            
    No es, desde luego, un alojamiento al uso. Hay mucho de mágico, de distinto en palacio Belmonte. Quien venga hasta aquí debe saber que se siente con total nitidez el concepto de "restauración sostenible".
    Se respetaron los azulejos, los frescos, los ladrillos y el cien por cien de sus muros, tratando de, en la medida de lo posible, no defraudar a los densos siglos de historia que atesoran. A la vez, esta impagable expresión de arte de diferentes siglos se conjuga con exposiciones de todo tipo donde artistas consagrados y jóvenes promesas exponen sus trabajos y dan forma a sus más que originales y vanguardistas ideas.

 
 
            
    Por cierto, y no es cuestión insignificante, al alojarse en Palacio Belmonte el huésped tiene la sensación de estar en un emblemático lugar sin renunciar a las comodidades del siglo XXI.
 


              
    Web: www.palaciobelmonte.com
    Teléfono: +351 21 881 6600 

    Un último consejo: estamos muy cerca del Panteón Nacional, una visita obligada en Lisboa. No pierdas la ocasión de verlo.



 

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