martes, 3 de septiembre de 2013

El Salvador, un destino emergente


            
    El poder de atracción de un país suele ser polifacético. Son, por regla general, variados los argumentos que conforman este particular  puzzle consistente en lograr que un destino se convierta en la elección definitiva del viajero. 
    La competencia es grande y las posibilidades casi innumerables. Turismo de sol, de playa, monumental, histórico, militar, de aventura, arqueológico, gastronómico, religioso, cinegético, invernal, deportivo, enológico, lingüístico, acuático, solidario, de aventuras, de negocios, de congresos, ... etc. Muchos son los estados en el mundo que, orgullosos, presumen de poseer numerosas de estas ofertas turísticas.
    Suele ser un trabajo arduo entrar a formar parte de ese grupo de destinos que se encuentran en el imaginario general de cuantos disfrutan de los viajes, de cuantos sueñan con conocer lugares diferentes, de cuantos anhelan recorrer territorios lejanos.



            
    Por este motivo, siempre es de agradecer la aparición de nuevos países enriqueciendo aún más esta amplia oferta. Es el caso de El Salvador, que está realizando una decidida apuesta por promocionar los, a día de hoy, poco conocidos reclamos turísticos de su territorio a través de iniciativas que irán, con el tiempo, dando sus frutos.
    Quiero mencionar, entre otros, dos plausibles proyectos. Por un lado, el denominado "Pueblos Vivos", que trata de impulsar el turismo interno sensibilizando a los distintos responsables locales para poner en valor los recursos autóctonos como eje vertebral de generación de riqueza y como incuestionable  polo de desarrollo turístico.

 

            
    Por otro lado, la "Ruta de Monseñor Romero", en honor a un gran hombre que luchó siempre, de manera infatigable, por los derechos de los más débiles de la sociedad salvadoreña. Esta ruta, única en su género, permite conocer, además de la obra de este arzobispo asesinado en 1980, algunos de los lugares que frecuentó durante su vida, conformando un  producto turístico especializado, a la vez que se convierte en merecido homenaje.


 

            
   Mirar el mapa de El Salvador puede engañarnos por sus pequeñas dimensiones. Resulta tremendamente injusto no reconocer el gran potencial turístico de este territorio. 
    Sus poco más de 20.000 kilómetros cuadrados dan para mucho. Encierran una belleza natural y un bagaje histórico sin igual, en muchos casos desconocidos.
    La magia de bañarse en unas playas casi vírgenes en el océano Pacífico, la aventura de avistar ballenas en mar abierto, la excitación de descubrir in situ las huellas de civilizaciones anteriores, la posibilidad saborear las exquisiteces de la gastronomía autóctona, poder bucear en aguas de un gran valor natural subacuático o pasear por la capital salvadoreña son propuestas que no deben caer en el olvido. Y todo ello con uno de sus grandes argumentos: no estar afectado por los inconvenientes de un turismo masificado. 
    Es pues El Salvador un país por descubrir y, a la vez, deseoso de ser descubierto por el viajero.



            
   Déjame que te cuente, con brevedad, algunas de estas posibilidades turísticas. Puedes conocer, por ejemplo, un coqueto pueblo, de aires coloniales, llamado Suchitoto donde sus calles empedradas, sus hermosos balcones y numerosas galerías de arte harán las delicias del viajero.
    Puedes también "cabalgar" sobre algunas de las más consagradas olas de océano Pacífico. Concretamente, en el departamento de La Libertad, no lejano de la capital salvadoreña. La animación nocturna, la belleza de estas playas, su carácter cosmopolita y todo lo que ofrece para los amantes del surf lo han posicionado en un lugar privilegiado para su práctica.




  Una excelente recomendación es degustar la espléndida gastronomía salvadoreña, basada en excelentes pescados, inmejorables mariscos, excelentes frutas y unas carnes que te harán la boca agua. 
    Por cierto, incomprensible sería marcharse de este país sin probar las famosísimas pupusas. Dicen que es su embajador gastronómico. No te adelanto más.




            
    Es una tierra agraciada con multitud de volcanes que, además de otorgar unas panorámicas espectaculares, son generadores de fértiles suelos. Las autoridades salvadoreñas, conocedoras de este potencial y tratando de preservar esta belleza natural para generaciones venideras, han creado una serie de parques nacionales, como el parque nacional El Boquerón o el parque nacional de los Volcanes. No olvides visitarlos. Merecen  la pena.




            
    ¿Sabías que existe un pueblo donde las fachadas de muchas casas están pintadas con verdaderas obras de arte dándole de un colorido especial?. Se llama Concepción de Ataco y se ha convertido en lugar de encuentro de viajeros y turistas.



            
  ¿Qué más te puedo contar?. Que mi experiencia por estas tierras centroamericanas ha sido fascinante; que tuve la suerte  de visitar una alhaja arqueológica llamada "Joya de Cerén", declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993, y considerada la "Pompeya de América", o que estuve fotografiando unas pirámides mayas en el "Parque Arqueológico de Tazumal". Maravillas, ambas, que son la huella palpable de civilizaciones anteriores cuyo recuerdo debe perdurar.

 

           
   Ha sido mi primer encuentro con El Salvador; mi particular bautismo viajero con este país que me ha cautivado. Mi único consejo es recomendártelo. Te encantará.



                    



    
    Por último, acabo comentando que en la Revista "Dentista del Siglo XXI", publiqué un reportaje de cinco páginas sobre este precioso destino. Si deseas leerlo, os lo pongo a continuación. 







 




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