viernes, 14 de diciembre de 2012

Tomando café en el pueblo más "joven" de Portugal


    
    Dicen que es el pueblo más joven de Portugal.  Al menos, éste es uno de sus reclamos. No seré yo quien ponga en duda este dato, más aún cuando "nació" a la vez que inexorablemente crecían las aguas del pantano portugués de Alqueva, el mayor de Europa. Un pequeño/gran mar interior de agua dulce en medio del Alentejo que también baña, aunque en una menor proporción, tierras de Extremadura.

    Digamos que el progreso trajo una especie de "Ave Fenix", pero, en esta ocasión, en vez de resurgir de sus cenizas lo hizo de las aguas de este inmenso embalse.




    En el año 2002 se inauguró "la nueva Aldeia da Luz", construida en un pequeña elevación distante poco más de dos kilómetros de lo que fue el antiguo y centenario pueblo. De trazados rectilíneos, esta sucesión de casas agrupadas a lo largo de unas calles diseñadas con tiralíneas es el nuevo hogar de sus vecinos. 


 
               
    Siempre me pregunto qué deben pensar las personas que vivieron en su anterior ubicación. Por muy modernas que sean las casas, por muchas comodidades que tengan ahora, por muy empedradas que se encuentren sus calles, quedan multitud de añoranzas sumergidas en esas aguas. 





    Recuerdos que no son, en este caso, fotografías, muebles o enseres. Me refiero a las sensaciones, a los paisajes, a las vistas, a las vivencias y a las experiencias de lo acaecido a orillas de un Guadiana, entonces, obviamente, menos caudaloso. En fin, sólo la memoria de estas personas puede saberlo.
                
    La nueva Aldeia la Luz es ahora de un blanco reluciente sólo disipado por el color rojizo de sus tejados




               
    A poco más de 300 metros del centro del pueblo, en el año 2003, se construyó un museo: "El Museo da Luz". Se trata de  una exposición permanente, muy didáctica y cuidada, de lo que era la vida tradicional en esta orilla del río. Aperos de labranza, útiles de pesca, fotografías, vídeos, libros, etc. mantienen presente el pasado de estas tierras. 






              
    Aunque se puede venir por carretera, tuve la suerte de llegar hasta aquí con los famosos barcos-casa de Amieira Marina (www.amieiramarina.com).
             
    Fue en un embarcadero cercano donde amarramos el barco para seguidamente dirigirnos, tras un agradable paseo que incluye una pasarela de madera de centenares de metros, al centro del pueblo. Contábamos con tiempo y estaba previsto en nuestro itinerario. Así pues, decidimos recorrerlo y tomarnos un café.



                 
    Mientras dábamos una vuelta por sus calles, parecía "rondarnos" un apetecible aroma a pan recién hecho. No nos confundimos. Era una "pastelaria". Quizás la única.
                
    Imaginaros la escena. El día está desapacible, estamos tomando un café a primera hora de la mañana y nos encontramos junto a una pastelaria portuguesa. La solución de esta ecuación resultó sencilla pues fue imposible rendirse a tan golosa tentación.
              
    Pudimos degustar una selección de dulces tradicionales de la zona recién salidos del horno. Un verdadero lujo. La nueva Aldea da Luz tendrá pocos años de existencia pero esos pasteles tenían el aroma y el sabor centenario de los clásicos "pasteis" de Portugal.

 

             
    No quiero olvidarme de la iglesia que se encuentra junto al Museo. Debes acercarte a verla. Merece la pena. Podrás apreciar cómo junto a los elementos propios de la nueva construcción se encuentran importantes restos del antiguo templo (capiteles, columnas, imágenes y  cruces...)
             
    Por cierto, como anécdota, uno de esos capiteles está decorado con hojas de encina y bellotas.






 

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